Las vidas paralelas de Cataluña y Padania

Las evoluciones del nacionalismo catalán del último lustro le han acercado más de lo que a muchos de sus integrantes les gustaría al movimiento independentista padano, que hace veinte años proclamó la independencia de varias regiones del norte de Italia y que incluso se atrevió con un referéndum un año después. Lo sé, lo hicieron al revés, pero los italianos son así. Al final la cosa quedó en nada. Hoy ya nadie se acuerda de aquello porque han pasado dos décadas y porque su promotor, el inefable Umberto Bossi, terminó como ministro de Berlusconi años después.

La historia -por lo demás brevísima- de la Padania nace en los años ochenta del siglo pasado. Hasta entonces Padania era un término empleado con fines geográficos o, a lo sumo, etnolingüísticos. Padania viene de Padus, que es como los antiguos romanos llamaban al río Po. Jamás, en ningún momento de la historia, existió una entidad política con ese nombre, aunque sí que existían dialectos padanos (el piamontés, el lombardo o el véneto), danzas padanas e incluso gastronomía padana. Todos hemos probado alguna vez el queso grana padano, inventado por unos monjes lombardos en la Edad Media y que hoy exportan a todo el mundo.

Pues bien, a partir de los ochenta una serie de partidos regionales (la Liga Lombarda, la Liga Véneta, la Unión Ligur, la Alianza Toscana y alguno más) empezaron a pedir a Roma más autonomía para sus respectivas regiones. Como la unión hace la fuerza se asociaron formando un partido: la Liga Norte, que nació en 1989 con Umberto Bossi como líder máximo. En origen la Liga Norte no era independentista, simplemente querían lo que en Italia se conoce como estatuto especial. La República Italiana es un Estado mucho más centralizado que España. Solo cinco regiones gozan de ese estatuto especial, todas periféricas y con peculiaridades lingüísticas y culturales muy marcadas, regiones como Sicilia, el Trentino, el valle de Aosta o Cerdeña. Las quince restantes tienen el llamado estatuto ordinario, que otorga unas competencias mucho más restringidas.

Los pueblos de la Padania

Los de la Liga Norte pasaron rápido de reclamar el estatuto especial a pedir la independencia. En ello tuvo que ver la grave crisis política que atravesó Italia entre 1992 y 1994. En esos tres años el sistema de partidos nacido en la posguerra saltó por los aires. La Democracia Cristiana, el Partido Socialista y el Partido Comunista se evaporaron alumbrando nuevas formaciones y alianzas entre las que se encontraba la Forza Italia de Silvio Berlusconi, que es entonces cuando hace su debut en la arena política.

Bossi vio en todo aquello una oportunidad de oro para desengancharse del resto de Italia y convertirse en el nuevo duce de las regiones norteñas. En septiembre de 1996, unos meses después de las elecciones legislativas, en las que la Liga Norte había obtenido 60 diputados, Bossi proclamó la independencia tras un mitin celebrado en Venecia. Aquello era una cosa de opereta. Tan solo había que leer la declaración de independencia para percatarse. Decía en un alarde de patriotismo inflamado propio de una ópera del Risorgimento:

«Noi, popoli della Padania, solennemente proclamiamo: la Padania è una Repubblica federale indipendente e sovrana. Noi offriamo, gli uni agli altri, a scambievole pegno, le nostre vite, le nostre fortune e il nostro sacro onore»

Una vez hecho esto lanzó al Gobierno, presidido entonces por Romano Prodi, una oferta de negociación. Las negociaciones tenían fecha de caducidad. Si Roma no se avenía a negociar la independencia no se echarían para atrás, ésta se haría efectiva el día 15 de septiembre de 1997, justo un año después de su proclamación. No sé si para meter miedo al Gobierno o por puro teatro Bossi anunció la creación de una Guardia Nacional Padana que iba a nutrirse de voluntarios. Se apuntaron unos cuantos entusiastas y hoy pervive aunque su presencia en la red no pasa de una página en Facebook.

Los jueces se pusieron en marcha y abrieron diligencias por atentado contra la unidad de Estado. Pero no había nada que juzgar porque todo se había quedado en palabras y en simbología folclórica. Bossi dotó a la Padania de un himno: el Va Pensiero de la ópera Nabucco de Verdi; de una bandera: el sol de los Alpes sobre fondo blanco que muchos confundieron con una hoja de marihuana; y un héroe nacional: el guerrero de Legnano, que venció a las tropas imperiales de Federico Barbarroja en 1176.

La charlatanería puede llegar a ser irritante pero no es ilegal, como tampoco lo es pasear con una bandera mientras se canta a coro el Va Pensiero. Es decir, los jueces pronto constataron que la cosa no había ido más allá de simple palabrería. Como nota curiosa, aquel 15 de septiembre de 1996 Àngel Colom, a la sazón capo de ERC, estaba en el Lido de Venecia saludando personalmente al nuevo Estado-Nación de Europa. Aseguró a la prensa que España era el «ultimo Estado jacobino de Europa«. En fin, no sigo.

Como el Gobierno Prodi se negaba a tomarse aquella bufonada en serio Bossi dobló la apuesta y convocó un referéndum de autodeterminación para el mes de mayo de 1997. Salió que si por una mayoría arrolladora: el 97% de los cuatro millones largos de votos emitidos. Una mayoría tan aplastante se debió a que solo votaron ellos. Cuatro millones eran los que habían votado a la Liga Norte en las legislativas del año anterior. Así cualquiera.

De este referéndum salió también el primer parlamento padano, que aún sigue existiendo, aunque solo como organismo consultivo del partido. A partir de ahí la cosa fue desinflándose. Los políticos de la Liga encontraron un medio de vida muy provechoso, siguieron cacareando lo de la independencia de tanto en tanto pero sabiendo siempre hasta donde podían llegar. Hoy la Liga Norte tiene 19 escaños en la Cámara de Diputados, 12 senadores y 5 eurodiputados en Estrasburgo. No han vuelto a declarar la independencia y lo último que se sabe de Umberto Bossi es que hace un par de semanas fue condenado por una jueza de Milán a un año y tres meses de prisión, pero no por independentista, sino por por apropiación indebida, concretamente por emplear fondos del partido con fines personales.

Vidas paralelas

El nacionalismo catalán y el padano son paralelos pero no exactamente iguales. Ambos cuentan con apoyo popular, ambos provienen de regiones ricas y ambos tienen un componente mesiánico que se resume en el habitual «después de la independencia llegará el reino de los cielos y todos nuestros problemas se esfumarán». El catalán es más antiguo por lo que ha tenido más tiempo de arraigar y de crear y consolidar los mitos nacionales. En el caso padano Bossi tuvo que hacerlo todo de golpe.

Pero hasta ahora en lo que más se parecen es en que sus líderes no parecen muy dispuestos a arriesgar más de la cuenta. En nuestro caso quizá nos llevemos una sorpresa y Puigdemont se revele como un John Hancock del catalanismo, pero hasta la fecha nada hace pensar que vaya a ser así.

La diferencia más sustancial es el peso que la izquierda ha tenido en ambos movimientos. En el padano es testimonial, en el catalán es un componente primordial. El catalanismo, aunque de origen conservador, es hoy un nacionalismo de izquierdas, de ahí los equilibrios en el alambre que Pablo Iglesias o Pedro Sánchez tienen que hacer cuando tratan el tema.

Lo que no sabemos aún es de que lado caerá la moneda, porque si bien se parecen en algunas cosas en otras difieren notablemente. No habrá que esperar mucho. En poco más de dos meses lo sabremos.

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1 Comment

  1. Las vidas paralelas de Cataluña y Padania.
    Ni en Cataluña ni en Padania hay una realidad social de separatismo masivo y las fórmulas políticas rupturistas no son la expresión de un incontenible clamor sino estructuras de saqueo e impunidad sobre la base de una realidad social parcial. Infringir la ley es temerario pero nada comparado con poner el futuro en manos de una mayoría que da la espalda por indiferencia, cobardía y hastío. En Padania lo vieron claro, a ver que tal lo ven aquí.
    Un cordial saludo.

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