Llega el invierno a la economía rusa

Vladimir Putin admitió el jueves pasado por primera vez desde que empezó la guerra, que las sanciones occidentales concebidas para privar al Kremlin de fondos para la invasión de Ucrania podrían estar perjudicando a la economía rusa. Dijo textualmente: “Las restricciones ilegítimas impuestas a la economía rusa pueden tener un impacto negativo en ella a medio plazo”. Una declaración semejante sorprendió a propios y extraños ya que Putin lleva más de un año presumiendo de fortaleza no sólo en el campo de batalla, sino también en el plano económico. De hecho, cada vez que ha tenido ocasión de hablar de economía lo ha hecho para incidir en que Occidente se está sancionando a sí mismo, algo que los terminales propagandísticos del Kremlin repiten incansablemente exhibiendo el alza en los precios de la energía como prueba.

Es innegable que, desde que dio comienzo la invasión, la economía rusa ha mostrado una sorprendente resistencia a las sanciones impuestas por Occidente, algunas durísimas e inéditas como la prohibición absoluta de importar productos petrolíferos provenientes de Rusia. Según el ministerio de Economía ruso, el PIB del país se contrajo un 2,1% el año pasado, mucho menos de lo que predijeron la mayor parte de los economistas, que hablaban de un desplome superior al 10%.

Que Rusia haya resistido el envite se debe al salvavidas que le lanzó Xi Jinping en marzo del año pasado y, sobre todo, al hecho de que Europa siguió comprando gas e hidrocarburos rusos durante el resto del año llenando de divisas las arcas del Kremlin. Lo primero se mantiene e incluso se ha acrecentado. Lo segundo ya ha empezado a ceder y, como consecuencia, los ingresos del Estado ruso se desplomaron un 35% en enero en comparación con el año anterior, mientras que los gastos aumentaron un 59%, lo que ha conducido a un déficit presupuestario de unos 23.000 millones de dólares.

El Banco Mundial y la OCDE pronostican contracciones del PIB ruso de entre el 3,3 % y el 5,6 % respectivamente para 2023. El Fondo Monetario Internacional, por el contrario, espera que el crecimiento de Rusia se mantenga estable este año, pero que la economía se contraiga al menos un 7% en el medio plazo. La desconexión de Rusia de los que eran hasta 2021 sus principales socios comerciales es ya un hecho. Las sanciones, tal y como muchos analistas preveían, actúan como un veneno de acción retardada. Nadie en Occidente puede ya invertir en aquel país sin exponerse a fuertes multas y problemas de todo tipo. Algo similar sucede con el comercio. Exportar productos a Rusia o importarlos desde allí está plagado de tal número de complicaciones que disuade a la mayor parte siquiera de intentarlo.

Al Putin le queda la carta china, que es la que está jugando a fondo. Pero construir una relación comercial y económica lleva tiempo. Entretanto la guerra y sus crecientes gastos prosigue. Putin tendrá antes o después que aprobar restricciones presupuestarias, algo a lo que se ha negado hasta la fecha para ahorrarse problemas internos. Pero, como le sucede a sus tropas en Ucrania, el reloj juega en su contra, también en el apartado económico.

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