
La ola de terrorismo islámico en Europa sigue su curso. Ayer fue Londres la capital del terror y del dolor. A primera hora de la tarde un terrorista arrolló con un automóvil todoterreno a varias decenas de personas que caminaban sobre el céntrico puente de Westminster. Hecho esto se empotró contra la verja del Parlamento británico donde apuñaló a uno de los policías que custodian su entrada. Acto seguido fue abatido a tiros. Del atentado de Londres, uno más de esta desconcertante cadena de crímenes imprevisibles que golpean en cualquier lugar y a cualquier hora, pueden extraerse valiosas conclusiones. No muy diferentes de las de Niza, Bruselas o Berlín pero igualmente útiles. La primera de ellas es que este tipo de terrorismo es simplemente incontenible, al menos a corto plazo.
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