Que el euro camina sobre la cuerda floja no es ya un secreto para nadie, y menos cuando abrimos los periódicos del domingo y observamos atónitos portadas más propias de Expansión que del Periódico Global en Español™. La izquierda mediática no quiere ser menos que nadie y, además, necesita explicar urgentemente a sus lectores porque Europa está en un tris de irse al garete a pesar de que, hasta la fecha, se ha hecho, en términos económicos, punto por punto y coma por coma lo que dictaba el sanedrín progresista.
El País, por ejemplo, nos informa que “la crisis obliga a la UE a sanear otra vez las cuentas de los bancos” y no, precisamente, por placer, que eso es muy poco socialdemócrata, sino porque el inicuo FMI lo exige. Con un titular así cualquiera pensaría que los líderes del “corazón de Europa” (Zapatero dixit) son unos pusilánimes que obedecen solícitos las órdenes que emite Madame Lagarde desde su despachazo en Washington.
¿Acaso son unos cándidos o, peor aún, unos esbirros voluntarios de los mercados? No, claro que no. La realidad es muy otra. Los Gobiernos europeos siguen gastando más de lo que ingresan a pesar de que se les ha dicho por activa y por pasiva que no lo hagan. Pero se niegan, de modo que, para prolongar la fiesta, toman dinero de los contribuyentes y se lo entregan a la gran banca. Y ahora la pregunta, ¿para qué quiere la banca todo ese dineral?, pues muy fácil, para, entre otros menesteres, seguir comprando deuda pública. Es el modo cutre-salchichero que han encontrado los políticos europeos de emular a Obama, que no se corta y emite toneladas de deuda que su amigo Bernanke convierte en dólares contantes y sonantes. No trate de encontrar una explicación tan sencilla en las páginas de El País porque no va a encontrarla. A lo más una puyita sobre Tim Geithner, secretario del Tesoro, que anda dudando de la capacidad europea para salir del atolladero. Los chicos de Liberty llaman a toda esta operación “ronda de recapitalización” en un eufemismo muy salmón con el que el progre a la violeta lector habitual de El País se queda tan a gusto.
El segundo tema paisita de este domingo económico es la decisión de los laboratorios Roche de cortar el suministro a algunos hospitales helenos por falta de pago. Los suizos, de naturaleza intrínsecamente malvada, llevan años sin cobrar y van a dejar de surtir de producto a los morosos. Para El País el problema no es tanto ese –que Grecia está muy lejos– como que “el director general de la empresa ha avisado a España de que puede ser el siguiente”. No sé, quizá se pensaban que Roche es Médicos sin fronteras y su negocio consiste en regalar las medicinas.
Rajoy debe una explicación
Como lo del euro no da más de sí, las páginas de opinión se centran en otros asuntos más del gusto de la tropa progre. El editorial lo dedica a la “nueva fiscalidad” que, en opinión de El País, debe ir encaminada a “acentuar la progresividad perdida durante las legislaturas del PP y olvidada durante las del PSOE”. Todo por una cuestión de “identidad socialdemócrata”. A ver, ¿pero no fue Zapatero quien quitó el Impuesto de Patrimonio, gallardete de la progresividad?, ¿no fue el mismo individuo quien subió el IVA, símbolo indeleble de la no progresividad? Pues eso. Pero no, quien, para El País, debe una explicación es Rajoy: “bueno sería que su líder nacional aclarara si en el caso de que llegue al Gobierno volverá a la situación existente antes del pasado Consejo de Ministros”. Pero que manía la de decir en 27 palabras lo que puede decirse en ocho: ¿quitará Rajoy el Impuesto de Patrimonio cuando gobierne?
Para desengrasar del atracón económico-fiscal, Manuel Vicent se descuelga con una columna que parece copiada y pegada de hace un mes, cuando se estaban celebrando en Madrid las JMJ. Dos frases y que cada uno saque las conclusiones pertinentes. El aperitivo: “Como en los grandes conciertos de rock funcionaron las mangueras cuya espuma se pegaba a las camisetas y marcaba los senos de las monjas y muchachas locas por Cristo”. El plato principal: “La Iglesia acaba de descubrir el erotismo católico, alentado con morbo al pie de la Cibeles por ese traficante espiritual llamado Kiko. «¡Que suban al altar solo las chicas más bonitas!», gritaba este bulero muy salido”. Luego, ya se sabe, los que insultan son los otros.
El emporio holandés
Tras leer esto tuve que voltear la página y cerciorarme de que, efectivamente, estaba leyendo El País y no Público, que el domingo de marras lo ha dedicado a glosar los pocos impuestos que pagan los ricos mediante SICAV y otras gollerías al alcance de unos pocos. Todo un especial de varias páginas dirigido a denunciar la impunidad fiscal de los millonarios. Y ahora viene lo bueno, uno de los modos que Ana Flores, redactora del diario, señala como “vía de escape” para que “los ricos no paguen impuestos” es domiciliar la empresa en países donde la fiscalidad es más benigna. Pues bien, Mediapro, empresa de bandera del Imperio Roures, estaba hasta hace unos meses participada al 100% por una sociedad holandesa, tradicional refugio fiscal para infinidad de empresas europeas. Ya saben, el eterno “do what I say, not what I do” (haz lo que yo digo, no lo que yo hago).
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