
Día frenético ayer en las Cortes. Lo impensable hace sólo una semana terminó sucediendo. Como titula hoy La Vanguardia a toda portada: «El caos tumba a Rajoy». Un caos que él mismo trajo y que se ha traducido en una extraña alianza de socialistas, podemitas y nacionalistas de todos los pelajes. El disparador fue la sentencia del caso Gürtel, pero en este ensañamiento se debía a mucho más. Si hoy el PNV cumple su palabra, Rajoy será cesado fulminantemente y su puesto lo ocupará dentro de unos días Pedro Sánchez, que si siquiera es diputado porque renunció a su escaño hace ya año y medio. Podría desdecirse el PNV o dimitir Rajoy y abrir así una paradoja en el espacio-tiempo que le permitiría seguir gobernando a través de persona interpuesta. Pero todo eso está por ver.
Sin mayoría absoluta y con un escándalo de corrupción y fraude fiscal, la posición de Mariano ha resultado insostenible. No tenía más votos y no tenía un partido más limpio. Su balance es una política exterior desconocida, una política económica de látigo fiscal y deuda galopante, una defensa de la nación que ha permitido a Torra presidir el gobierno autonómico catalán y una manera de entender la política que se puede resumir en una palabra: Bolinaga.
Ahora llega Pedro también sin mayoría absoluta y sin visos de poder gobernar más allá de con gestos, con concesiones y con dilaciones que nos van a costar euros y cohesión. Todo para acabar en unas elecciones que poco podrán solucionar. No es que vengan curvas, es que nos hemos salido de la carretera y hemos perdido el norte. Todo se puede reconducir pero ya sabemos que ni es seguro ni será pronto.
Un cordial saludo.