¿Por qué se han cargado Star Wars?

El mes pasado se estrenó la película más esperada de la temporada navideña. Me refiero a Star Wars, a su octava entrega concretamente, titulada «Los últimos Jedi«. La película, como todas las de la Guerra de las Galaxias, forma parte de una saga mítica que arrancó hace treinta años y que, desde que Disney adquirió los derechos, parece que no va a terminar nunca. «Los últimos Jedi» no es una buena película. lleva tres semanas coleccionando malas críticas, y no sólo por la baja calidad de su historia, sino por la corrección política que ahoga cada minuto de una cinta larga y a ratos monótona.

Los aficionados a la saga, que se cuentan por millones en todo el mundo, no podían imaginar que pudiera empeorarse la segunda trilogía, la precuela de la trilogía original que se estrenó entre 1999 y 2005. Pues no sólo ha sido posible, sino que las dos películas que tenemos ya estrenadas de la nueva (dirigida la primera por JJ Abrams y la segunda por Rian Johnson) han tocado fondo y han empezado a excavar. Y conste que la cosa prometía. Abrams tenía ante sí un universo que inventar prácticamente desde cero. No había condicionantes como en la segunda trilogía de George Lucas. Darth Vader llevaba ya treinta años muerto y otros personajes como Luke Skywalker, Han Solo o la princesa Leia eran ya jubilados no aptos para las escenas de acción. Hacían falta, en definitiva, personajes nuevos.

A partir de aquí Abrams construyó un nuevo drama. Un joven Jedi, hijo de Leia y Han Solo, que se ve atraído por el lado oscuro y termina poniéndose a su servicio. Es ahí donde aparece otro Jedi, esta vez una chica, que trata de devolverle a la luz. Pues bien, el drama, que en principio parece algo interesante, naufraga en un relato confuso en el que los malos o no lo son tanto o son de papel y los buenos no se sabe muy bien por lo que luchan.

Eso por no entrar ya en las subtramas, unas directamente prescindibles y que no aportan nada salvo minutos al metraje, y otras que son un remake de películas anteriores como el entrenamiento de la joven Rey junto a Skywalker en el planeta Anch-To. Un entrenamiento que no es tal y que llega a ser tan tedioso que el director tiene que sacar a escena al maestro Yoda después de 45 minutos de saltitos, conflictos internos y comunicaciones telepáticas con la otra punta de la galaxia.

Pero lo peor no es eso, no es la pésima narrativa de la cinta ni la poca sustancia de personajes como Kylo Ren. Ambas cosas ya las conocíamos. «La amenaza fantasma«, por ejemplo, era mala de solemnidad y el Anakin Skywalker de «La venganza de los Sith» era un villano lamentable, un crío enrabietado sobreactuando durante dos horas y pico. Lo peor es como han terminado arruinando el espíritu de la saga, que no es otro que la lucha entre el bien y el mal con la orden de los Jedi en el centro como caballeros andantes que mantienen la armonía en la galaxia. El bien lo representa la República, identificada como una sociedad abierta, diversa y más o menos democrática. El mal lo encarna el Imperio, modelado por Lucas como una suerte de Tercer Reich futurista.

Con eso bastaba. No era necesario añadirle más ideología ni, por supuesto, rendir tributo alguno a la corrección política. Y así fue hasta la llegada de la nueva trilogía. La primera entrega, «El despertar de la Fuerza«, ya apuntaba maneras, pero ha sido «Los últimos Jedi» donde Disney se ha desmelenado. En la película anterior ya vimos como la productora había decidido que el Luke Skywalker de los nuevos tiempos fuese una mujer. Lo cual no es ni bueno ni malo, es lo que es. Lo mismo da un héroe que una heroína. La colocaron en un planeta perdido de la mano de Dios llamado Jakku y la emplearon de chatarrera. Algo similar al Luke de «Una nueva esperanza«, que vivía en Tatooine dedicado a la agricultura en casa de sus tíos. Lo que ya no sabemos es de dónde le vienen sus poderes jedaicos porque Luke era hijo de Vader y hermano de una princesa. Quizá esta duda nos la resuelva Abrams en la próxima de la serie que llegará en 2019.

El otro personaje fuerte es también una mujer, la princesa Leia Organa, aunque ahora con un papel reducido al de matriarca de la Resistencia y cuya función principal parece ser refrenar a un piloto muy impulsivo y algo alocado que quiere acabar con el Imperio él solito con un caza estelar Ala X, mucho valor y muy poca cabeza. En definitiva, un niño de 10 años. El tercer personaje fuerte es otra mujer, la almirante Amilyn Holdo, una oficial metida en años con el pelo morado que sustituye a Leia cuando cae herida. El trabajo de Holdo es también plantarse ante el piloto y sus chiquillerías. Y ahí se acaba la nómina de héroes de la Resistencia, todos femeninos con la excepción de un secundario que ha perdido muchas líneas de guión en esta entrega, un antiguo soldado imperial llamado Finn, que Johnson condena a una subtrama en la que aparece el que quizá sea el personaje más desquiciante de toda la historia de Star Wars: una técnico de mantenimiento de rasgos orientales que termina dándonos un mitin sobre el trabajo infantil en el Imperio y el maltrato animal.

En el lado oscuro no hay mujeres con la excepción de la capitán Phasma, una esbirra del Imperio a quien no se le ve la cara, pero que intuimos que es mujer por el tono de voz. Es con diferencia la mejor villana de la película. El resto son de puro chiste. El comandante supremo es un monstruito deforme generado por computadora, un tipo gigantesco de aspecto tenebroso, como recién salido de una tumba. Parece más un zombi que el gallardo líder de la Primera Orden. Aparte de eso, es un ser iracundo, tremendo, permanentemente malhumorado y presuntamente muy poderoso, pero en el curso de la película Kylo Ren le mata sin demasiado esfuerzo.

El propio Kylo Ren es también un villano de muy bajo nivel. Ya lo era en «El despertar de la Fuerza» y en esta es peor todavía. Un villano débil, titubeante y, lo peor de todo, que atraviesa una crisis de identidad, pero no al final de la historia, sino desde el primer minuto. Claro que, bien mirado, cómo iba a salir si su padre le abandonó. Porque el culpable de su maldad a ratos parece que es Han Solo, liquidado en la primera película como un mal padre y un peor marido.

Así que Leia, madre soltera, pero perfecta y sin un solo reproche que echarse a la cara, para que el niño saliese adelante le puso en manos de su hermano Luke para que aprendiese las artes Jedi en la escuela que había montado para eso mismo. Así comprobamos con dolor que Han Solo fracasó como padre y Luke como tío y como maestro Jedi. El chico se dejó tentar y se pasó al lado oscuro. Lo cual tampoco le extraña demasiado al espectador con el Luke compungido que nos pinta Johnson, un tipo amargado, que vive solo en una choza, desencantado de todo y profundamente derrotista. El director ha conseguido que dos de los héroes de nuestra infancia dejen de serlo. A uno lo ha convertido en un egoísta insensible, al otro en un cenizo que claudica ante la adversidad.

A cambio nos entrega a una heroína de cartón-piedra, una doña perfecta altiva y prepotente que lo mismo pilota el Halcón Milenario sin haberlo visto en su vida, que se maneja divinamente con el sable láser sin haber recibido un solo minuto de entrenamiento. Caray con la chatarrera. A Luke le costó apañarse en su momento con la espada y Solo tiraba de pistola cuando no le quedaba más remedio porque lo suyo era pilotar, eso sí, siempre con Chewbacca al lado y escapando por la mínima en los rifirrafes con los cazas imperiales.

Falta aún por ver si en el siguiente episodio el resentido Kylo Ren se reinserta en el lado luminoso de la Fuerza. Lo tiene difícil porque por de pronto ya es un parricida. De hacerlo no me cabe la menor duda de que será gracias a Rey, que, amén de piloto y espadachín, también es psicoterapeuta, aunque sin diploma. Para todo lo demás hay espacio. Nos queda por ver una flota estelar de la Resistencia baja en emisiones y pilotada por capitanes crudiveganos que disparan pero no matan. Lo que yo ya no sé es si estaré ahí para verla.

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5 Comments

  1. El relativismo moral y el color gris supuran por cada fotograma de esta película. es el signo de estos tiempos.

  2. Mientras veia esta entrega, y observando al bando rebelde me dio un tufillo a las reuniones de mi comunidad de vecinos, liderada por un puñado de señoras mayores neurastenicas.
    Creo que a eso lo llaman feminismo, empoderamiento etc
    Yo me paso al imperio , a reventar planetas y que le den al cambio climatico y todo eso.

  3. Ah se me olvidaba, Fernando, Si te quieres echar a la cara una pelicula progre pero progre hasta decir basta, atrevete a ver «Una vida a lo grande» de Alexander Payne.Yo pique porque Matt Damon es protagonista pero me fui antes de que terminara.
    Es como si Chomsky y Naomi Kleim hubieran reescrito la aldea de los pitufos.

  4. La trilogía inicial atrapó al mundo con leyendas artúricas de caballeros, magia, aventuras, el bien y el mal, mezcladas con viajes interestelares y tecnología deslumbrante. Aquel cóctel ha amasado una audiencia inconmensurable que no ha menguado pese a la fallida segunda trilogía y lo que se lleva de esta inane tercera. Hoy, las leyendas artúricas son Dora la exploradora y el cosmos un patio de juegos para los chicos de los efectos especiales. El terrorífico Darth Vader ha dado paso a un villano con horchata en las venas y el temerario Luke Skywalker es un gordo amargado y melindroso. Y así todo. Mientras la taquilla diga adelante, seguirán con el circo, eso sí cada vez más espectacular, pueril y nimio.
    Un cordial saludo.

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