Tres caminos para una guerra en Corea

Es posible aunque poco probable que estalle una guerra en Corea. Digo poco probable porque solo se produciría si el Gobierno de Pyongyang quiere y es precisamente este Gobierno el menos interesado en que algo así suceda. La guerra, que el Norte tendría perdida de antemano, costaría el puesto a Kim Jong-Un y pondría fin a su régimen. Podría ser incluso que el país como tal subsistiese si China se empeña pero no sus actuales líderes. Pero, a pesar de ello, la posibilidad de una guerra está ahí. Al fin y al cabo la guerra del 50 aún no ha concluido formalmente. Lo de Panmunjom no fue un tratado de paz, sino un simple armisticio. Sobre este alto el fuego necesariamente temporal el régimen norcoreano ha edificado la mística de la amenaza permanente que vende de puertas adentro.

Si se terminase llegando a las manos tendríamos por un lado a un pequeño país encerrado sobre sí mismo de 25 millones de habitantes muertos de hambre pero obsesionado con la guerra, y por otro a la primera potencia mundial que en estos momentos dispone sobre el terreno de un portaaviones nuclear con su grupo de combate más 30.000 efectivos repartidos por las bases de Corea del Sur. Claro, que una cosa es tener las armas y otra bien distinta es dispararlas. La primera pregunta sería ¿quién apretaría el gatillo?, ¿quién dispararía la primera bala de la reanudación de la guerra de Corea 64 años después?

En principio puede hacerlo cualquiera de las dos partes pero es Kim Jong-Un el que más amenaza. Y las amenazas a veces hay que creérselas. Si lo hiciese EEUU la cosa iría muy rápido. Anularían primero su capacidad de autodefensa, bombardearían luego (o simultáneamente) los centros de poder y harían que el ejército norcoreano huyese en desbandada. En un país tan diminuto esto les llevaría poco tiempo, semanas, quizá días. Luego ya se vería lo que hacen.

Pero, ¿y si ataca Corea del Norte? ¿Por dónde lo haría? A partir de aquí se abren tres escenarios posibles.

El primero es el más previsible. Corea del Norte ataca a Corea del Sur como en 1950. Ya sea mediante una rotura de las líneas y una gran ofensiva o con simples escaramuzas fronterizas. Ojo, esto último no sería la primera vez que sucede. Los roces en la frontera son habituales. Solo en la isla de Yeonpyeong se registraron tres incidentes graves en la pasada década. En 1999, 2002 y 2010 Corea del Norte bombardeó esta pequeña isla situada en el mar Amarillo a corta distancia de las costas norcoreanas.

Con solo eso EEUU ya podría intervenir en virtud del tratado de apoyo mutuo que tiene suscrito con Corea del Sur desde 1953. No necesitaría ni el visto bueno de la ONU. En el último bombardeo de Yeonpyeong el presidente de Corea del Sur invocó el tratado arguyendo que los norcoreanos habían atacado un pueblo costero matando a seis personas. Fueron los norteamericanos quienes le calmaron. En noviembre de 2010, que es cuando se produjo el ataque, aparte de gobernar Obama, EEUU estaba en pleno repliegue de Irak y no quería abrirse un nuevo frente al otro lado del mundo. Hoy, siete años después, las heridas de Irak se van cerrando. Y Trump no es Obama.

Pero Kim Jong-Un podría pasar de Corea del Sur y atacar al eterno enemigo de las dos Coreas: Japón que, a causa de los largos años de ocupación durante la primera mitad del siglo XX, es el archivillano oficial en la propaganda norcoreana . Corea fue una colonia japonesa entre 1910 y 1945. Los coreanos aún lo recuerdan con amargura. No es casual que muchos de los misiles que lanza Pyongyang en sus pruebas vayan en dirección de Japón. En el último gran ensayo, el del pasado mes de marzo, el misil cayó en el mar del Japón a solo 300 kilómetros de las costas niponas.

En el caso de que Kim Jong-Un diese órdenes de lanzar un misil (o el arsenal completo, que tampoco es muy numeroso) sobre Japón y caiga en territorio japonés, aunque sea en un sembrado, sería considerado un acto de guerra y Tokio podría invocar el acuerdo de ayuda mutua que tiene con EEUU desde 1960. El resultado sería la guerra.

Pero habría un tercer escenario. Que Pyongyang se olvide de sus vecinos, de Corea del Sur y de Japón, y apunte directamente hacia las bases norteamericanas en Corea del Sur o que, si realmente dispone de un misil balístico intercontinental, ataque la costa oeste de EEUU. Es decir, que le declare la guerra a Donald Trump sin intermediarios. Esto, obviamente, sería un suicidio porque morirían miles de estadounidenses. Una especie de segunda entrega de Pearl Harbour, corregida, aumentada y hasta diría que anunciada. EEUU contraatacaría con furia y el asunto quedaría finiquitado en cuestión de días sino de horas.

Pero vamos a complicarlo un poco más. Imaginemos que, a través de los servicios de inteligencia americanos o de un tercer país, Washington se entera de que los norcoreanos tienen cerrado un plan de ataque que se efectuará tal día a tal hora. ¿Debería EEUU realizar un ataque preventivo o esperar a que Corea del Norte golpee primero, contar los muertos y luego contraatacar?

El sentido común nos dice que lo lógico es atacar primero. Cualquiera lo haría si tenemos plena constancia de que vamos a ser agredidos. Pero el derecho internacional a veces no se lleva bien con el sentido común, que es el menos común de los sentidos y además el más sujeto a interpretación de todos ellos. Para la ONU solo es legítima la defensa si antes se ha consumado la agresión. En este caso no habría se consumado pero es seguro que se consumaría en un futuro muy cercano. Es un dilema que los juristas no han conseguido resolver. Pero entra dentro de lo posible que el Pentágono se encontrase con algo así sobre la mesa. Solo nos queda esperar.

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1 Comment

  1. Kim Jong-Un no reconquista el sur de la península coreana, expulsa a los invasores estadounidenses y ocupa Japón, no porque crea que no tiene derecho o porque no se haya preparado para ello, no lo hace, porque no puede. Cualquier escenario que contemple acaba con Japón, Corea del Sur y los Estados Unidos libres y con su Corea del Norte, peor que hoy. Nada de lo que hasta ahora va ocurriendo en esta nueva crisis coreana ha cambiado esta realidad ineludible, es decir, que el freno sigue intacto y en uso. Kim Jong-Un puede querer y necesitar alardear ante los suyos, lo que no quiere ni necesita, es perder. Y esta crisis es un farol que no puede ganar.
    Un cordial saludo.

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