
El jueves pasado se leyó una de las sentencias judiciales más esperadas: la del caso de «la manada de Pamplona». La Audiencia Provincial de Navarra condenó a los cinco acusados a nueve años de cárcel por abuso sexual con prevalimiento con el agravante de acceso carnal. Acto seguido la indignación recorrió el país de extremo a extremo y se convocaron manifestaciones en distintos puntos de España.
El tribunal, compuesto por tres magistrados, consideró que los acusados no habían intimidado a la víctima ni ejercido violencia sobre ella. Esa fue la chispa que encendió un fuego que aún hoy, cinco días después, sigue ardiendo. La sentencia ha reabierto el debate sobre si los jueces deben seguir los dictados de la opinión pública o deliberar en conciencia y conforme al procedimiento. Un debate más necesario que nunca.
Hay un consenso general sobre que «la manada» son gentuza, canalla y miserable, que actuó premeditadamente aprovechándose de su número y de la embriaguez de la víctima, también hay consenso sobre que «la manada» ha tenido un juicio con todas las garantía legales y que las pruebas, y por tanto la sentencia, han sido condenatorias. En esto convienen, desde los conservadores, que ven cierta imprudencia en estar sola y borracha en la madrugada, hasta las feministas, que opinan que no es no aunque solo se haya pensado. Ahora se pretende consensuar lo inapropiado del nombre y del castigo que merecen los hechos probados, que han de pasar de abuso sexual y 9 años de cárcel a «que les den a las pruebas y al código penal y que los enmazmorren».
En el consenso general no está uno de los jueces del caso y en lo que se pretende consensuar no estoy yo.
Un cordial saludo.