
El ataque del viernes pasado está pasando factura a Donald Trump tanto fuera como dentro de Estados Unidos. Fuera porque Rusia e Irán han asegurado que tomarán represalias si los ataques persisten. Dentro porque buena parte de las bases más leales del trumpismo están empezando a sentirse decepcionadas. No solo acusan la traición en materia exterior, sino que se resienten por los continuos reveses internos que padece el presidente en todas sus iniciativas.
Cuando estás en un jardín del que es imposible salir sin pisar flores solo puedes elegir no pisarlas todas y decidir no tocar algunas en concreto. Donaldo ha decidido mostrar su independencia de Rusia, su indignación por los crímenes de lesa humanidad y que algo pinta en oriente medio. Por otra parte, ha demostrado su desdén por la ONU, su desinterés por la verdad confirmada y su falta de compromiso con la palabra dada a sus votantes. Parece mal negocio elevar la crispación con Putin, elevar el listón de la indignación solo con los enemigos y elevar la crispación interna con los afines. En todo caso, al no haber decisión honrosa, no es de extrañar la sensación de que se ha equivocado de medio a medio. Lo más preocupante no es que se meta en charcos, es su disposición a no saltarse ni uno solo y su facilidad para el chapoteo.
Un cordial saludo.