
Hace un mes y cinco días de las elecciones andaluzas y no se visualiza el próximo Gobierno autonómico. Los números no le daban a Susana Díaz para sumar sus diputados a los de Podemos y ser investida. Pero tampoco había una cuenta fácil en el otro lado.
Tres partidos: el PP con 26 escaños, Ciudadanos con 21 y VOX con 12, un tripartito de centro-derecha que no termina de fraguar porque Ciudadanos insiste en ocupar espacio a su izquierda y VOX no da su brazo a torcer en puntos fundamentales de su programa como los relacionados con las cuestiones de género. Un equilibrio de Nash un tanto peliagudo que favorece la posición de VOX pero que, en cambio, pone contra las cuerdas a Casado y a Rivera. Eso o repetir elecciones. En su mano queda.
Con lo resultados electorales andaluces corrió un consenso acerca de que había llegado el cambio a Andalucía. Un cambio de gobierno con caras nuevas y quizás formas distintas de chalanear la Junta. Las negociaciones para la formación de un nuevo gobierno, sin embargo, no trajeron ninguna novedad: mucha distancia inicial para acabar pactando un trato que garantice el poder. Pero resulta que a la hora de negociar con VOX, decisivo él pese al número de escaños que posee, este se ha cerrado en banda por una cuestión de principios, no de poder o de dinero, confirmando así que algo sí había cambiado en la política andaluza. Como repetir las elecciones es una jugada incierta para todos y de alto riesgo para los triunfadores de las últimas, lo previsible es que C´s cambie de postura, fiel a su modus operandi, y que el PP también lo haga, pues sus posturas son solo eso, posturas, sin ninguna convicción tras las que sujete. VOX ha venido para politiquear y ya se aplica a ello con fruición. Hasta que gobierne, no tiene razones para defraudar y los insultos que le caen en cascada ya solo son gapos en el paraguas, un día de lluvia.
Un cordial saludo.