
Hace justo un siglo se levantó el cartel publicitario más famoso del mundo. Consta de nueve letras, todas en mayúsculas, y reposa desde 1923 en lo alto de una colina al norte de Los Ángeles. Hablo, naturalmente, del cartel que dice Hollywood y que es conocido en el mundo entero. Hoy es sinónimo de la ciudad de Los Ángeles y de la industria del cine, pero esa no era la idea de quienes lo levantaron. Hollywood es un barrio que se encuentra, como decía, al norte de la ciudad de Los Ángeles. Hace cien años aquel lugar se encontraba en plena expansión urbanística.
En lo que hoy es Hollywood a finales del siglo XIX un promotor inmobiliario originario de Michigan que se llamaba Hobart Johnstone Whitley compró un rancho de casi dos kilómetros cuadrados para desarrollar los terrenos y que sobre ellos naciese una nueva ciudad. Whitley buscó socios y se pusieron a urbanizar aquello y a vender parcelas a grandes inversores que luego se encargarían de las promociones inmobiliarias. La población no paraba de afluir así que para el año 1900 ya se había formado una pequeña comunidad con una oficina de correos, un mercado y hasta un hotel. En 1903 se fundó el municipio de Hollywood y siete años más tarde, en 1910, se unió a Los Ángeles porque los habitantes querían compartir su red de alcantarillado y la de abastecimiento de agua potable.
El sur de California tenía, además, muchas horas de sol, lo cual era magnífico para los rodajes ya que la iluminación artificial aún se encontraba en pañales.
Los Ángeles no era una ciudad nueva, ya llevaba allí mucho tiempo. Había nacido en 1781 con un grupo de 44 colonos españoles que la bautizaron como Pueblo de Nuestra Señora la Reina de los Ángeles de Porciúncula. Durante mucho tiempo aquel pueblecito que en el momento de la independencia de México tenía poco más de 600 habitantes, fue un lugar remoto y apartado sin importancia alguna. Pero a finales del siglo XIX la compañía Southern Pacific Railroad llevó el ferrocarril hasta allí conectando la ciudad con el interior y con San Francisco. Poco tiempo después descubrieron petróleo, lo que hizo que la población se disparase.
En el cambio de siglo ya vivían en Los Ángeles más de 100.000 personas, en 1930 sobrepasaba el millón. Este último empujón se lo debió entre otras cosas a la industria cinematográfica, que empezó a asentarse en la ciudad a partir de 1910. Los empresarios del cine querían evadir las patentes que pesaban sobre las cámaras, unas patentes que estaban en manos de Thomas Edison. En aquella época la distancia entre las dos costas era mucho mayor que ahora en términos de tiempo así que pensaron la empresa de Edison no les daría caza en el otro extremo del país. El sur de California tenía, además, muchas horas de sol, lo cual era magnífico para los rodajes ya que la iluminación artificial aún se encontraba en pañales. Los precios de los terrenos en esa parte del Estado eran muy bajos. No vivía demasiada gente, sobraba espacio y se podían levantar grandes estudios.
Todo, como vemos, se conjuró para que la industria del cine se acogiese a sagrado en Los Ángeles, más concretamente en el distrito de Hollywood que estaba empezando a crecer. El nombre Hollywood (bosque sagrado) no era un topónimo local, se lo puso uno de los primeros inversores llamado Harvey Wilcox simplemente porque a su esposa le gustaba. Al parecer tenía un conocido que poseía un rancho en Illinois que se llamaba así. El nombre le cayó por casualidad, el cartel que pronto coronaría la colina, conocida como monte Lee, también llegó por casualidad. Dos de los inversores que habían comprado terreno a Whitley decidieron en 1923 construir viviendas sobre esa ladera. La promoción se llamaría Hollywoodland y eso mismo es lo que ponía en el primero de los letreros.
Encargaron a una empresa que diseñase el cartel y que las letras fuesen lo suficientemente grandes como para que pudieran leerse desde el fondo del valle. El autor del cartel se llamaba Thomas Fisk Goff y no se complicó mucho la vida. Colocó en lo alto del monte Lee (respetando la orografía, de ahí que siga el contorno de la ladera) trece letras de madera pintadas de blanco. Cada una de ellas tenía unas dimensiones respetables: 15 metros de alto por nueve de ancho. Con semejante tamaño, el cartel era realmente visible desde varios kilómetros a la redonda, especialmente desde las recién abiertas avenidas de Hollywood donde ya se habían instalado los grandes estudios. Y no sólo durante el día, para que también sirviese como reclamo nocturno los promotores encargaron a Fisk que colocase bombillas en las letras que se encendían al anochecer. Las bombillas permanecieron ahí durante años, hasta que la zona ya estaba desarrollada y se quitaron porque encenderlas cada noche era muy costoso.
En los años treinta se había convertido ya en parte del paisaje, aunque ya estaba muy descuidada. Tanto que en 1932 una actriz británica sin suerte llamada Peg Entwistle se suicidó arrojándose desde lo alto de la letra H. Unos años más tarde, en 1939, se instaló justo detrás del cartel la antena de la primera emisora de televisión de Los Ángeles, la W6XAO. Estuvo ahí durante años hasta que se la llevaron a las montañas de San Gabriel. La razón por la que ese monte se llama monte Lee se debe al fundador de esa televisión, un empresario llamado Don Lee. Antes de eso la colina no tenía nombre, era una colina más en las montañas de Santa Mónica.
En los 70 había perdido nuevamente letras, concretamente la primera O, que se fracturó y se convirtió en una U y última O, por lo que desde abajo se leia algo parecido a HuLLYWO D.
Fue en esa época cuando perdió a causa de una tormenta la letra H. A los residentes de la zona no les gustaba nada aquello, lo consideraban un adefesio que afeaba el barrio así que solicitaron su demolición, pero llevaba ya 25 años en pie y muchos le tenían cariño. En 1949 la Cámara de Comercio de Hollywood se comprometió a repararlo reponiendo la letra H que se había caído con la tormenta. Hablaron con el concejal de parques y jardines de Los Ángeles y al ayuntamiento le pareció bien la idea, pero había que quitar lo de “land” ya que eso no dejaba de ser el nombre de marca de una promoción inmobiliaria. Tenía que quedarse sólo en Hollywood que era el nombre del barrio.
Durante los años 50, 60 y 70 el cartel siguió en su sitio, aunque deteriorándose lentamente. Era ya todo un símbolo de la ciudad y de la propia industria del cine, pero nadie se preocupaba de su conservación. En los 70 había perdido nuevamente letras, concretamente la primera O, que se fracturó y se convirtió en una U y última O, por lo que desde abajo se leia algo parecido a HuLLYWO D. El aspecto era lamentable así que Hugh Hefner, el fundador de la revista Playboy puso en marcha una campaña para rehabilitar el cartel que muchos consideraban ya un monumento nacional. Hefner buscó donantes y reunió 250.000 dólares que entregó a la Cámara de Comercio para que restaurase el cartel. En 1978 se pusieron a ello y lo rehicieron por completo. Sustituyeron las letras originales de madera por otras metálicas, aunque de dimensiones algo menores: 13,4 metros de alto por unos 10 metros de ancho dependiendo de la letra. La inauguración del nuevo cartel se dio por televisión el 11 de noviembre de 1978 en un especial de la CBS que conmemoraba el 75 aniversario de la fundación de Hollywood.
Durante años el gran temor de las autoridades de Los Ángeles fue que alguien decidiese edificar por encima del cartel. Por poder podía hacerse, era terreno urbano y, aunque algo accidentado, alguien con mucho dinero podía levantar allí su mansión. En 1940 Howard Hughes compró las parcelas que están justo al lado del cartel. Hughes era un millonario muy excéntrico. Compró esas parcelas para construir un palacete que quería regalar a la actriz Ginger Rogers, de quien estaba perdidamente enamorado. Pero Rogers no quería nada con él y el terreno se quedó sin edificar. En 2002 los herederos de Howard Hughes se lo vendieron por 1.700.000 dólares a una constructora de Chicago que planeaba llenar la ladera con mansiones de lujo, pero no llevó a término sus planes. Intuyeron que era mejor negocio ponerlo a la venta, cosa que hicieron en 2008 por 22 millones de dólares. El comprador fue una fundación, la Trust for Public Land, que recaudó dinero entre las celebridades y los estudios para salvar el monte Lee. El último millón de dólares lo puso Hugh Hefner.
Desde entonces el cartel pertenece a la ciudad de Los Ángeles y se encarga de su mantenimiento y custodia la Hollywood Sign Trust. Está dentro de un gran parque urbano, el Parque Griffith, la mayor zona verde de Los Ángeles que en su interior alberga infinidad de senderos, el zoológico y el famoso Observatorio Griffith, construido en los años 30 inmortalizado por numerosas películas, casi tantas como el cartel del vecino monte Lee. A fin de cuentas, en Los Ángeles todo es de cine, desde los atascos de tráfico hasta lo que cuelga de sus colinas.
Be the first to comment