El reino desaparecido

Si os hablo de Lidia probablemente penséis en una mujer, una mujer guapa porque Lidia es un nombre bien bonito. Pero mucho antes de eso fue el nombre de un reino de la Antigüedad. Un reino poderoso e influyente que duró casi siete siglos, desde el año 1200 al 546. Ambos antes de Cristo. Pero, ¿dónde estaba? Relativamente cerca de España, en Asia Menor, en lo que hoy es Turquía.

Los lidios no se llamaban a sí mismos lidios, así es como les conocían los griegos. Si viajásemos en el tiempo hasta el año 800 a.C al valle del río Meandro y preguntásemos al primero que viéramos por allí nos diría que es un «sfard». Nos lo diría en una lengua indoeuropea, el lidio, desaparecida hace ya miles de años pero que los antiguos griegos debieron escuchar a menudo porque se relacionaron bastante con Lidia. También lo hicieron los persas. Entre ambos el reino de Lidia terminó por sucumbir a mediados del siglo VI a.C. Pasó entonces a formar parte del imperio aqueménida, luego del imperio romano, más tarde del bizantino y, por último, del otomano.

Poco antes de esfumarse de la historia los lidios hicieron su gran contribución a la humanidad: las monedas. Lo sabemos por un griego, Herodoto, que lo dejó por escrito. Fueron también los primeros en crear un sistema monetario. El último de sus reyes, un tal Creso, mandó acuñar monedas de oro y plata con un toro y un león en el anverso. Las de oro pesaban ocho gramos, las de plata diez. Una de oro equivalía a diez de plata. En el reverso se encargó de estampar su sello real para dar autenticidad y que nadie temiese aceptarlos como medio de pago.

Creseida de oro acuñada por el rey Creso en torno al año 550 a.C.

Las creseidas, que así es como se llaman estas primeras monedas, fueron acuñadas en Sardes, la capital de los lidios. Era una ciudad imponente en aquel entonces, se encontraba en el corazón del valle del río Hermo (hoy conocido en turco como Gediz) presidiendo una feraz llanura agrícola a no mucha distancia de la costa. De Sardes no queda mucho hoy a pesar de que como ciudad existió hasta el siglo XV de nuestra era. Había sido fundada más de mil años antes. En torno al siglo VIII a.C se convirtió en capital de los lidios, probablemente por su privilegiada situación sobre un altozano cerca del Hermo y a sólo una jornada (a caballo) del Egeo.

Durante la Antigüedad fue un centro urbano de cierta importancia, tanto con los lidios como con los persas y los romanos, que la convirtieron en capital de la provincia de Asia y, por lo tanto, residencia del procónsul. Juan de Patmos en el Apocalipsis la incluye dentro de las Siete Iglesias de Asia junto a Éfeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Filadelfia y Laodicea. De Sardes dice que era «la Iglesia que se había quedado dormida».

Dormida no lo sabemos, pero si que el emperador Tiberio tuvo que reconstruirla tras el devastador terremoto del año 17. Le costó 10 millones de sestercios, unas pequeñas monedas de plata que equivalían a un cuarto de denario. Un legionario de la época ganaba unos 1.200 sestercios al año, así que estamos hablando de una cantidad respetable. Sardes prosperaría como ciudad romana para luego, ya en tiempos de Bizancio, ir decayendo paulatinamente hasta su desaparición final que coincidió con la irrupción de los turcos otomanos en esa zona de Anatolia.

De lo que se ha excavado en Sardes lo más significativo es de la época romana con el templo de Artemisa a la cabeza. Pero lo mejor de las ruinas de Sardes no es ni templo romano ni cristiano, sino una gran sinagoga del siglo III que fue descubierta en unas excavaciones en 1958. Esto nos viene a decir que contaba con una gran comunidad hebrea aparte de la cristiana de la que se habla en el Apocalipsis.

Restos de la sinagoga de Sardes, levantada en el siglo III. Es la más grande encontrada en Asia Menor.

Junto a la sinagoga hay unas termas. Los arqueólogos creen que la sinagoga creció a costa de las termas, que dejaron de usarse en torno al siglo V. No lo sabemos, seguramente haya que excavar más, pero con vecinos tan atractivos para la pala del arqueólogo como Éfeso o Pérgamo pocas son las expediciones que eligen Sardes. Lo que si encontró un equipo estadounidense de la Universidad de Cornell hace unos años fue una gran zona de procesado de oro y plata, lo que confirmaría que la ciudad estuvo acuñando monedas durante siglos.

Las ruinas de Sardes se pueden visitar y además es muy fácil acceder a ellas. Hay que volar hasta Esmirna y allí tomar la autopista que conduce hasta Sart, que es el pueblo moderno que hay junto a las ruinas. Sart es pequeño, no así Esmirna, la tercera ciudad de Turquía tras Estambul y Ankara. Esmirna es, además, la más abierta y cosmopolita de todas las ciudades turcas. Las ruinas de Sardes quedan a unos cien kilómetros, las de Éfeso más cerca todavía.

Lo que no hay es vuelo directo desde Madrid, pero si un montón de conexiones vía Estambul o Atenas con Turkish Airlines, Pegasus o Aegean Airlines. Liligo nos da todas las opciones posibles a la velocidad del rayo porque rastrea en muchos buscadores a un tiempo. Nos permite cribar los resultados por horario, por compañía aérea y por precio. Para que nos hagamos una idea, llegar hasta Esmirna nos va a costar aproximadamente unos 350 euros. Eso sí, no hace falta que saquemos las monedas del bolsillo, aceptan tarjeta.

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