
Acaba de concluir en Lima la VIII Cumbre de las Américas. Nada especial. Se escenificó lo que ya todos sabíamos. América ha dado un vuelco político y la foto de familia que se hicieron los líderes de todos los países (excepción hecha de Donald Trump y Nicolás Maduro) fue la confirmación. Castro vuelve a estar solo. O casi, le queda Evo Morales y Daniel Ortega. Para la próxima cumbre tampoco estará Castro, al menos formalmente. En dos días le pasa el relevo a Miguel Díaz-Canel hasta que la parca se lo lleve.
Hace solo unos años un escenario como el actual hubiese sido impensable. Pero recordemos que el socialismo del siglo XXI, como el del siglo XX, no ha caído porque lo empujen, lo ha hecho vencido por su propia incompetencia.
[amazon_link asins=’8423425371,8499927084′ template=’CarruselSinEncabezado’ store=’f0279-21′ marketplace=’ES’ link_id=’d0416114-41e2-11e8-bc78-cdafa40358df’]
Una cumbre sin el presidente del país objetivamente más poderoso de los convocados, porque se lo ha perdonado por asuntos de mayor interés, y una cumbre sin un presidente, por apestado, ha generado una foto de familia incompleta pero cruda a la hora de plasmar las carencias de las Américas. El del dinero no quiere saber nada de los demás y los demás no quieren saber nada del escombro bolivariano. Los presentes disimulan ambos huecos con sonrisas, pensando que no pintan nada pero que al menos no huelen mal. Pues estupendo, a seguir así hasta la próxima.
Un cordial saludo