
La popularidad del recién elegido presidente de Francia está en caída libre. Su gestión ha pasado en dos meses de ser aprobada por el 64% de los franceses a serlo solo por menos del 40%. Las razones hay que buscarlas en los recortes de defensa, que le han puesto a parte de la derecha en contra, y en la reforma laboral, que ha puesto en pie de guerra a la izquierda y los sindicatos. La luna de miel ya ha acabado antes de lo previsto.
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