
El lunes por la noche, apenas un minuto antes de la medianoche y de la fecha límite autoimpuesta por Joe Biden del 31 de agosto para retirar a las fuerzas estadounidenses, un último avión de transporte pesado C-17 Globemaster despegó del Aeropuerto Internacional Hamid Karzai de Kabul, poniendo fin así a tres semanas de denodados esfuerzos para evacuar a todas las personas que fuese posible del aeropuerto de Kabul. En total la fuerza aérea de EEUU ha conseguido poner a salvo unas 123.000 personas, la mayor parte de nacionalidad afgana.
Esto convierte a esta operación en la evacuación aérea de civiles más grande de la historia, una evacuación en la que han colaborado todas las potencias occidentales. Unas 150.000 personas han conseguido salir del país gracias a los vuelos de evacuación. Atrás han dejado embajadas vacías y un profundo sentimiento de derrota a menos de dos semanas del vigésimo aniversario de los atentados del 11 de septiembre. Se abre ahora un periodo de reflexión para los estadounidenses y sus aliados, que se lamen las heridas tras un fracaso histórico que traerá consecuencias estratégicas de envergadura.
Otras potencias como China o Rusia, que han asistido con cierta complacencia al rápido y caótico repliegue del ejército estadounidense en Afganistán tras veinte años de guerra, observan desde lejos y toman nota, no ya para Afganistán, sino para otras partes del mundo. La retirada afgana de 2021 se recordará durante mucho tiempo y traerá cola, bastante más de la que a Joe Biden le gustaría.
En La ContraRéplica:
- La retirada estadounidense
- Acceso a los parques nacionales
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