
Este 15 de septiembre se lanzará mi libro La ContraHistoria de España. Lo publica la editorial La Esfera de los Libros y, como indica el título, se trata de un un ensayo histórico de carácter divulgativo que persigue, en sólo 300 páginas, resumir la historia de España desde los Reyes Católicos hasta prácticamente nuestros días, concretamente hasta la Transición. Para entender cómo y por qué Isabel de Castilla y Fernando de Aragón acumularon tanto poder y lo pusieron al servicio de la monarquía dual que ellos representaban, un poder que entregaron a su nieto Carlos de Habsburgo, el libro incluye tres capítulos en los que cuento de dónde venía todo aquello, es decir, cómo fueron formándose, creciendo y consolidándose en la Edad Media las coronas de Aragón y Castilla y como se incorporó, ya a principios del siglo XVI, el viejo reino de Navarra que había nacido siglos antes en las faldas de los Pirineos.
En La ContraHistoria de España, que no deja de ser una ContraHistoria escrita con el mismo espíritu que el programa de radio que le da nombre, intento ser lo más instructivo posible, me ciño a los hechos y dejo a un lado las interpretaciones, algo que tendría más sentido en una obra de otras características. Como es obvio, el lector puede extraer del texto la interpretación de lo acontecido, más aún cuando estamos hablando de cinco siglos largos de historia en los que se sucedieron los reinados y una cosa fue llevando a la otra. Las interpretaciones, de cualquier modo, pueden ser opuestas entre sí, los hechos no, si están bien documentados son inamovibles y no tienen apelación. Esa es la razón por la que el relato se ajusta a ellos sin escamotear interesadamente ningún hito importante de este periodo.
La historia de España es muy entretenida y conocerla es de capital importancia para entender el devenir histórico de Europa y de la civilización occidental. Primero porque es especialmente larga en comparación con la de otros países de Europa, eso permite trazar una línea cronológica que nos lleva directos desde la Edad Media hasta nuestros días. En España se alcanzó cierta unidad política muy pronto, a finales del siglo XV. En lugares como Alemania o Italia habrían de esperar cuatro siglos para eso, en el este de Europa incluso algo más. Eso la hace muy especial. El reino que Fernando el Católico dejó a su nieto Carlos al morir en 1516 tenía en la península ibérica una extensión prácticamente idéntica a la de la España actual. Ni el Reino Unido ni Francia pueden decir lo mismo, ambos reinos eran entonces mucho más pequeños y el Reino Unido, de hecho, aún tardaría un tiempo en nacer.
La segunda razón que hace de la historia de España uno de los relatos históricos más interesantes es que durante aproximadamente un siglo y medio el reino nacido en tiempos de los Reyes Católicos se hizo con la hegemonía mundial. Fueron españoles los primeros en llegar a América y los primeros en establecerse en el nuevo mundo modificando radicalmente su geografía política y humana. También fueron españoles los primeros en circunnavegar el globo y, junto con los portugueses, quienes lo cartografiaron concienzudamente apoderándose de remotas costas y explotando con gran aprovechamiento los recursos locales. La que impulsaron los españoles fue la primera globalización.
Hubo, además, dinero para financiarla. El hallazgo en América de ricos filones de plata y oro puso en las manos de los reyes de España una gran cantidad de dinero, mucho más de lo que ningún otro monarca europeo había tenido anteriormente. La disponibilidad de abundante plata les permitió mantener ejércitos y flotas por todo el mundo que respondían a un mando único y servían a los intereses de la dinastía reinante. Eso dio alas primero a la casa de Habsburgo y luego a la de Borbón. Aquello marcó la historia europea durante tres siglos cruciales, los de las grandes guerras de religión y la configuración de los Estados-nación, y terminó por dar forma a la Europa y al mundo contemporáneo. En definitiva, sin conocer todo lo que sucedió durante la época imperial es imposible entender las sucesivas crisis que sacudieron España y los antiguos virreinatos americanos durante los siglos XIX y XX.
Por último, el tercer motivo por el que conocer la historia de España es importante es que nos permite poner en perspectiva los acontecimientos que se fueron sucediendo durante siglos y otorgarles así la importancia que realmente tuvieron. Es necesario ampliar la focal y observar el proceso a vista de pájaro, parándose, eso sí, en los detalles, pero sin dejarse dominar por ellos. La historia es una sucesión de hechos entrelazados entre sí que se inscriben en procesos mucho más amplios, pero sería muy imprudente ignorar la trascendencia del factor individual y a menudo de la simple casualidad.
Sin alguien como el Conde-Duque de Olivares rigiendo con mano de hierro los destinos de la monarquía más poderosa del mundo a mediados del siglo XVII, la historia de España y de la propia Europa hubiese sido muy distinta. Lo mismo puede decirse de Hernán Cortés, Francisco Pizarro o monarcas tan determinados a condicionar su entorno como Felipe II. En el capítulo de las casualidades hay unas cuantas. Nadie podría haber previsto una pesadilla como Napoleón Bonaparte, un militar corso que lo puso todo patas arriba durante tres lustros trastocando de paso el equilibrio de poder en Europa. Tampoco era previsible, ni siquiera esperable, que Alfonso XIII renunciase con tanta ligereza a la corona en 1931 o que la guerra civil que le siguió poco después alumbrase una dictadura tan larga como la de Francisco Franco.
Todos estos hombres que empujaron los acontecimientos en una u otra dirección desfilan por La ContraHistoria de España, que en momento alguno trata de juzgar, sino de entender por qué sucedió lo que sucedió y qué consecuencias tuvo. Decidí quedarme en la última Constitución que los españoles se dieron a sí mismos hace ya casi medio siglo por una cuestión de perspectiva, porque los hechos cuanto más lejos están, mejor y más claros se ven, y porque, como Juan de Mariana cuando escribió su “Historia general de España” a principios del siglo XVII, yo tampoco “me atreví a pasar más adelante y relatar las cosas más modernas, por no lastimar a algunos si se decía la verdad, ni faltar al deber si la disimulaba”.
El prólogo, por cierto, es de mi amigo Alberto Garín, que tanto nos hace disfrutar a todos cada vez que visita La ContraHistoria. El libro lo podéis encontrar en las principales librerías. Aquí os dejo los enlaces.
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