
La inmobiliaria china Evergrande anunció ayer que suspendía la negociación de sus títulos en la Bolsa de Hong Kong. La empresa, que atraviesa una aguda crisis que está poniendo en jaque a toda la economía china, se recuperó la semana pasada en Bolsa tras hacer pública la venta de parte de sus acciones a una compañía estatal. Eso ocasionó que la agencia de calificación Fitch rebajase su deuda. Parecía entonces que la compañía tenía salvación y que sería finalmente el sector público chino quien la fagocitaría comiéndose todas sus deudas. Pero su situación es realmente mala. Evergrande ha perdido el 80% de su valor desde el mes de enero y a estas alturas no les queda otra opción que someterse a una reestructuración completa.
No sabemos aún si la empresa sobrevivirá o terminará completamente nacionalizada. De una u otra manera tendrán que hacer frente a un pasivo de más de 300.000 millones de dólares y vencimientos a corto plazo de casi 40.000 millones. La crisis de Evergrande ha llevado además a que todo el mercado inmobiliario chino se hunda. Los precios de los inmuebles han empezado a bajar de precio de un modo un tanto abrupto afectando a otras empresas del sector y comprometiendo su viabilidad. Todo el sector está muy endeudado. También lo está, de un modo más general, la economía china. Un dato. La deuda bruta agregada del gobierno chino, las sociedades no financieras y los hogares se acerca ya al 300% de un PIB que sigue creciendo aunque alimentado por el crédito y el gasto público.
Los campeones de la deuda en una economía tan recalentada son, aparte de la propia administración, los promotores inmobiliarios. La vivienda en China es es muy cara en relación con el nivel medio de salarios en el país. Una parte importante del mercado inmobiliario son compras cuyo único fin es la inversión. La de China, en definitiva, es la historia de la burbuja que nunca explota, hasta que explota. Ante algo así podríamos encontrarnos ahora.
En La ContraRéplica:
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