
La semana pasada Iván Márquez, un histórico de las FARC, anunció que retomaba las armas junto a un grupo de leales. Márquez no es un advenedizo, hasta hace tres años era el número dos de la guerrilla y sobre él llegaron a pesar más de 70 órdenes de captura por una amplia gama de delitos, incluidos algunos tristemente recordados como la masacre del barrio de La Chinita, el asalto al edificio Miraflores o el atentado al Club El Nogal.
Un tipo, en definitiva, muy peligroso que además no regresa sólo. Junto a él en el vídeo en el que informaba de sus intenciones estaba Jesus Santrich, acusado de narcotráfico por un tribunal de Nueva York y con una orden internacional de busca y captura pendiendo sobre su cabeza, y Hernán Dario Velásqueza, alias «El Paisa», condenado a 40 años de cárcel por el atentado del Club El Nogal en el que murieron 36 personas y por el que nunca llegó a ingresar en prisión. Márquez y sus lugartenientes prometen reunirse con los del ELN y poner de este modo fin al proceso de paz en Colombia, una paz que empezó mal y que ha terminado peor.
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