La odisea del café (II)

Segunda entrega de la fascinante odisea del café desde sus humildes orígenes en las montañas de Etiopía hasta convertirse en la bebida más popular del mundo. El café tal y como lo conocemos hoy en día inicia el final de su recorrido cuando los europeos lo llevan a América, África y Asia. Esa abundancia de materia prima ocasiona que beber café se convierta en algo común casi a cualquier hora. Pero faltaba una institución: la cafetería: lugar de inspiración literaria, testigo de tertulias y punto de partida de revoluciones.

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1 Comment

  1. Recuerdo de mi infancia qué felicidad y divertimento cuando mi abuela me dejaba usar su molinillo de café, recuerdo el placer de abrir de estreno el paquete de café molido envasado al vacío y recuerdo mi satisfacción cuando mi padre me ponía una lágrima de su café en mi tazón de leche. De estudiante, pedía con frecuencia cafés que apenas probaba, solo por el gusto de compartirlos en la compañía, ambiente y conversación de ni interés. Ahora escojo la ocasión y el café para disfrutar de todo. El café apenas tiene efectos perniciosos sobre la salud y los que tiene son reversibles, leves e irrelevantes frente al su abrumadora capacidad para agradar paladares; es un motor económico y un arquetipo de elemento cultural que penetra en otras culturas con una capacidad de adaptación y de aceptación, pasmosas. Su implantación mundial y la inmensa cantidad de formas distintas de consumirlo son la expresión del éxito de sus bondades. El café está ligado a ejercicio de pensar, en silencio o en conversación, y está socialmente bien considerado porque es un pretexto de reunión sin efectos enajenantes. El café, ciertamente tardó en hacerse inseparable, pero ahora resulta imprescindible.
    Un cordial saludo.

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