
El próximo 6 de mayo se celebrarán elecciones en Escocia. Los resultados determinarán si la actual primera ministra, Nicola Sturgeon, y el Partido Nacional Escocés (SNP) aseguran una mayoría a favor de un segundo referéndum de independencia. Sturgeon parece tenerlo claro. En el arranque de la campaña la semana pasada aseguró que, si hay una mayoría clara en el parlamento escocés para un referéndum de independencia, no habrá ninguna justificación democrática o moral para que Boris Johnson o cualquier otro desde Londres lo impida.
En las elecciones de 2016, sólo un mes antes del referéndum del Brexit, el SNP se quedó dos escaños por debajo de la mayoría absoluta, el Partido Laborista descendió hasta el tercer puesto y los conservadores salieron refortalecidos. Ese mapa político, favorable para los independentistas pero que hacía impracticable un nuevo referéndum, es el que puede cambiar dentro de quince días. Eso sí, si nos fijamos en las encuestas, es poco probable que lo haga. La intención de voto del SNP tocó techo hace un año y desde entonces desciende a causa de una crisis interna que ha sido ampliamente aireada por los medios de comunicación. Es prácticamente seguro que Nicola Sturgeon gane las elecciones, no lo es tanto que salga de ellas con una mayoría absoluta.
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