López Obrador vuelve a la carga

Para los que siguen la política mexicana Andrés Manuel López Obrador, apodado AMLO por sus iniciales, no es ningún desconocido. Lleva ahí desde siempre. Es un hombre de 64 años y está en política desde que, hace casi medio siglo, en 1970, se afilió al PRI y empezó a trabajar para los sucesivos Gobiernos priístas Pero la verdadera carrera de AMLO arrancó mucho después. En el año 2000 fue elegido gobernador del Distrito Federal. Como jefe de Gobierno de esa inmensidad que es Ciudad de México (un país en sí mismo con sus más de 20 millones de habitantes) fue extremadamente controvertido. Dejó a la ciudad endeudada hasta las cejas y salió del cargo de muy mala manera envuelto en un gran escándalo. Le acusaron de prevaricación. Tuvo que abandonar meses antes del final del mandato pero supo sacar una tajada muy jugosa de todo aquel proceso que le catapultó a la fama.

A finales de 2005 renació como candidato estrella de la nueva izquierda mexicana para las elecciones del año siguiente. Se presentó con una coalición denominada «Coalición por el bien de todos» (sic) que estaba formada por el PRD, un partido creado en los años 80 con ex miembros del PRI, y el Partido del Trabajo, una formación comunista, el clásico terminal local del castrismo reciclado como apoderado bolivariano que hay en todos los países hispanos .

Pues bien, aquel año, con el chavismo en máximos, casi gana las elecciones. Felipe Calderón se impuso por sólo 250.000 votos y seis décimas porcentuales. AMLO no lo aceptó, rabió todo lo que pudo y un poco más a causa del resultado. Denunció fraude electoral y convocó a sus seguidores para que se manifestasen masivamente en la calle. Montó un espectáculo en el Zócalo que daba vergüenza ajena. Pidió a la muchedumbre allí congregada que eligiese a mano alzada a los componentes de lo que el denominaba «Gobierno legítimo». Por aclamación, como los antiguos reyes godos. Al final se dio por vencido. Todo lo más que podía hacer era patalear porque, a diferencia de Hugo Chávez, AMLO no es militar y no tiene mando sobre personal armado. De menuda se libró México en 2006.

Viendo que las protestas no alteraban el resultado ni ocasionaban la crisis política que esperaba tiró la toalla y publicó un libro titulado «La mafia nos robó la presidencia». Durante los años de Calderón se dedicó a incordiar todo lo que pudo y a preparar su regreso. En 2010, dos años antes de las elecciones, se presentó oficialmente. Pero en 2012 volvió a perder, incluso con más diferencia que en las presidenciales anteriores. Enrique Peña Nieto le sacó 3,5 millones de votos de ventaja pero AMLO seguía a lo suyo. Acusó al presidente de fraude y se negó a reconocerle como legítimo. Un hombre, como puede apreciarse, con muy mal perder. Pase lo que pase la culpa nunca es suya.

En los últimos seis años ha permanecido en modo durmiente, al menos para el exterior. Las fuerzas se le han ido en crear un partido hecho a su medida. Tanto en 2006 como en 2012 se presentó como cabeza de frentes amplios. En 2006 con esa coalición de nombre tan rebuscado y en 2012 con un invento llamado «Movimiento Progresista». El partido que creó en su última travesía por el desierto se llama MORENA, acrónimo de Movimiento de Regeneración Nacional. Es de ideario socialista y se sitúa a la izquierda del PRI.

MORENA sólo ha tenido ocasión de presentarse a unas elecciones desde su fundación en 2014, las legislativas de hace dos años. Lo cierto es que no le fue muy bien. Quedó en cuarta posición y tan sólo consiguió 35 escaños al Congreso (de 628) y un 8,2% de los votos. Claro que en 2015 no se presentaba AMLO, él se reservaba para las presidenciales. Y éstas se celebran dentro de poco más de seis meses, el próximo 1 de julio.

Diez puntos, diez disparates

Todo el mundo en México sabía que iba a volver a la carga. Sólo faltaba que él lo anunciase formalmente, cosa que hizo esta misma semana armando todo el ruido que le fue posible. Extremadamente habilidoso y maestro de la prestidigitación política, echó sobre la mesa un programa de diez puntos para ir tanteando el ambiente. Este primer programa es un muestrario de intenciones o, mejor dicho, de conejos en una chistera que irá sacando oportunamente conforme lo necesite.

Tiene algunos que son extraordinarios pero no por su naturaleza, sino por la cara de cemento armado que le echa al asunto. Dice, por ejemplo, que con él se eliminará de cuajo la corrupción. ¿Qué medidas piensa tomar al respecto? Ninguna en concreto, simplemente dice que «convocará al pueblo para hacer de la honestidad una forma de vida y Gobierno». Tal cual. Otro muy gracioso es que pondrá un salario de 3.600 pesos mensuales (160 euros) para los ninis, que en México significa lo mismo que en España: jóvenes holgazanes que ni estudian ni trabajan.

También subirá las pensiones de los jubilados, construirá carreteras, un nuevo aeropuerto, infraestructuras ferroviarias y dos refinerías nuevas. Aquí podría uno preguntarse cómo va a costear todo eso, ¿subiendo impuestos, emitiendo bonos del Estado? No, asegura que ni subirá los primeros ni emitirá los segundos pero mágicamente los ingresos crecerán. Una suerte de keynesianismo al que oportunamente le ha quitado la parte mala de esa doctrina. Otra de sus ideas de bombero es fijar precios agrarios para, según él, alcanzar la plena soberanía alimentaria. En fin, puro delirio.

Pero el más desconcertante de los diez puntos es el décimo, en el que dice que someterá a consulta la amnistía para los capos del narco. No sé si como premio a sus crímenes o para que el número de capos aumente atraídos por la segura impunidad. Ganaría, eso sí, la guerra del narco, pero por rendición incondicional.

Es, como puede verse, un tipo peligrosísimo, un demagogo de la peor especie. Pero lo peor no es eso, que en México ya lo descuentan conociendo como conocen al personaje, lo peor es que va el primero en las encuestas. Faltan todavía muchos meses y aún pueden pasar muchas cosas, pero es para preocuparse. México no es cualquier cosa, es, con diferencia, el país hispano más poblado. Lo que suceda ahí generará ondas concéntricas que nos afectarán a todos.

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2 Comments

  1. Cuando uno tiene una acreditada capacidad para el escándalo político e imán para la sospecha y, por supuesto, ninguna política sólida y fiable, las bazas son prometer el paraíso y esperar que los errores de los rivales superen a los propios. A esto va a jugar Andrés Manuel. Las promesas de maná ya están hechas, en la oposición los escándalos tienen menos eco y su rivales son todo facilidades. Está claro que él es una mala opción, esperemos que en Méjico no le tengan por la menos mala.
    Un cordial saludo.

  2. Hoy, AMLO es el segundo Presidente con más apoyo de su pueblo (70%) en el mundo, y es reconocido como uno de los líderes más importantes del planeta. ¿Qué cosas, verdad?

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