
La industria aérea se enfrenta a una de las mayores crisis de su historia, quizá la peor de todas. Todas la aerolíneas del mundo han mantenido (y aún mantienen en buena parte) a toda o parte de su flota en tierra. Aeropuertos especializados en el almacenamiento de aviones como el de Teruel están rebosantes de aeronaves en espera del fin de los confinamientos y de que se vuelvan a abrir los cielos. Tanto en Europa como en América las compañías han ajustado plantillas y entrado en algo similar a un estado de hibernación que concluirá a lo largo del próximo mes.
Ahora viene la segunda parte de la tragedia. La crisis económica global golpeará con dureza un sector que ya venía tocado y le obligará a adoptar medidas de distanciamiento social que, o recortarán los beneficios de las aerolíneas o harán imposible operar muchas líneas cuya rentabilidad era ya muy precaria. Modelos de negocio como el de bajo coste se resentirán, volar será más caro y mucho más incómodo. Esto es extrapolable a otros actores de la industria turística como los hoteles o los barcos de crucero por no hablar de los fabricantes de aviones como Airbus o Boeing. Nada va a ser igual de aquí en adelante, el sector turístico en su conjunto tendrá que afrontar una transformación integral que no ha hecho más que empezar.
En La ContraRéplica:
- Las protestas de Núñez de Balboa
- El trabajo del policía
- Economía vs salud
- Julio Anguita
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