
El Gobierno decidió el sábado pasado y sin previo aviso que todos los viajeros llegados desde España tendrán que permanecer en cuarentena durante quince días al aterrizar en el país. La medida entró en vigor con carácter inmediato el domingo a media noche. Horas más tarde, el turoperador alemán TUI, uno de los más grandes del mundo, anunciaba que cancelaba todos sus vuelos entre el Reino Unido y España hasta el próximo 9 de agosto.
Otros países europeos están tomando medidas similares aunque no tan drásticas. Bélgica ha pedido a sus ciudadanos que eviten los viajes a las provincias de Lérida y Huesca. Francia, por su parte, recomendó «vivamente» no viajar a Cataluña. Pero esto es peccata minuta al lado de la cuarentena británica. El Reino Unido es, con mucho, el principal mercado para la industria turística española. El año pasado visitaron España un total de 18 millones de británicos frente a 11 millones de alemanes. En resumen, la temporada se da por perdida ya. El Gobierno, entretanto, trata ahora de negociar con Boris Johnson para sacar a Canarias y Baleares de la cuarentena. Lo consiga o no el daño ya está hecho y las consecuencias no tardarán en dejarse sentir.
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