Sigue sin importarles Puerto Rico

Hace unos meses contaba a los oyentes de La ContraCrónica que lo peor de la tragedia de Puerto Rico no fue tanto el huracán en sí (los huracanes son comunes en el Caribe), sino el desinterés absoluto que suscitó en la potencia colonial que administra la isla desde hace más de un siglo, que no es otra que Estados Unidos. Contaba también que el paso del huracán era un momento inmejorable para replantearse el anormal estatus de Puerto Rico dentro de los Estados Unidos. Quizá había llegado el momento de que se plantasen y escogiesen entre la proclamación de una República independiente o la integración total en EEUU como quincuagésimo primer Estado. En mi opinión lo mejor sería la segunda opción.

Algunos oyentes me escribieron para decirme que Puerto Rico es demasiado pequeño para ser un Estado. En parte es cierto. Puerto Rico es pequeño. Tiene el tamaño de la provincia de Córdoba y algo más de tres millones de habitantes. En España no sería pequeño en absoluto, pero en EEUU si que lo es. Pero hay Estados más diminutos como Delaware o Rhode Island y, sobre todo, hay Estados mucho menos poblados. Alaska, que es gigantesca, cuenta sólo con 700.000 habitantes, las dos Dakotas con millón y medio y algunos importantes como Nuevo México sobrepasan por poco los dos millones.

Puerto Rico tiene casi la misma población de Connecticut aunque, a diferencia de  la mayor parte de Estados, pierde habitantes a pasos acelerados. Desde 2010 ha perdido al 11% de su población, que ha pasado de 3.750.000 a 3.300.000. De ese medio millón de personas que ha abandonado la isla en los últimos siete años, unos 200.000 lo ha hecho desde la tragedia del María.

No podemos culparles ya que la economía de la isla está rota. Cuatro de cada diez boricuas perdieron su empleo tras el paso del huracán. Nada extraño si se tiene en cuenta que los principales empleadores de la isla son pequeñas empresas que simplemente carecen de la capacidad para recuperarse de semejante impacto. Los datos son reveladores. De 45.000 pequeñas empresas que había en Puerto Rico en septiembre de 2017 han echado el cierre 8.000, un 18%. A muchos no les ha quedado más opción que emigrar al territorio continental. Pueden, además, hacerlo sin problema ya que son ciudadanos estadounidenses aunque su país no forma parte de los Estados Unidos en sentido estricto.

El María se vino a juntar con otro caballo del Apocalipsis: la deuda. Puerto Rico atravesaba un momento económico muy complicado. El Gobierno debía (y sigue debiendo) 73.000 millones de dólares, una cifra abultadísima que obligó al gobernador Ricardo Rosselló a aplicar recortes en diversas partidas como los servicios públicos, la educación o las infraestructuras. El huracán no hizo sino empeorar la situación. Los isleños se encontraron, por ejemplo, con que tenían que importar la práctica totalidad de la comida que consumen ya que el 80% de la cosecha se perdió en solo un par de días.

Un año después la situación no ha mejorado. Hasta el pasado mes de agosto no se restableció la totalidad del suministro eléctrico en toda la isla. La Autoridad de la Energía Eléctrica simplemente carece de recursos y, aunque hace lo que puede, es incapaz de llegar a todos los rincones del territorio. A Rosselló se le ocurrió hace unos meses que quizá lo mejor era privatizarla, pero no es tan fácil. La red es antigua, está muy dañada y es cara de mantener. Muchas centrales son viejas e ineficientes. A día de hoy el 50% de la electricidad se genera en centrales térmicas de fuel-oil a pesar de la abundancia y la conveniencia del gas natural. No parece que la Autoridad de la Energía Eléctrica sea un gran negocio. Un lugar con la infraestructura dañada, acceso incierto a la corriente eléctrica y la población en estampida no es el mejor lugar para la inversión. Un círculo vicioso del que Puerto Rico no consigue salir desde hace un año.

Tampoco ayuda el hecho de que Estados Unidos se haya desentendido de la isla, a la que ve como un foco inagotable de problemas. No parece que haya demasiada voluntad ni en Washington ni entre los estadounidenses para facilitarles el acceso a la condición de Estado. Si fuese uno más Puerto Rico enviaría cinco representantes a la Cámara y los dos senadores preceptivos al Senado. En el Colegio Electoral, que es quien al final elige al presidente, Puerto Rico contaría con siete votos, los mismos que Connecticut y más que otros 22 Estados, incluidos Maine, Hawai, Misisipi o Nevada. No sería el Estado más importante de la Unión, pero si digno de ser tenido en cuenta. Eso quizá es lo que se quiere evitar en Washington, invitar a un nuevo comensal a la mesa que hasta la fecha no ha traído más que dolores de cabeza.

De ahí la desgana hacia Puerto Rico. Y esto no es una opinión, es un hecho. No es ya que el Gobierno federal se niegue a aliviar los problemas de deuda puertorriqueños, es que cuando más lo necesitaban hace un año la ayuda llegó tarde y mal. La FEMA (Agencia Federal para el Manejo de Emergencias) ha rechazado el 60% de las solicitudes de ayuda. En comparación, cuando el Harvey atravesó Texas en agosto del año pasado, la FEMA sólo rechazó el 30%. Al parecer los inspectores de la FEMA se presentaban en lugares remotos de la isla, a los que llegaron con semanas de retraso, sin saber en muchos casos una sola palabra de español, por lo que difícilmente se podían entender con los residentes.

Al final la clave podría estar precisamente ahí. Puerto Rico no ha sido asimilada del todo. Lo ha sido económica y políticamente, pero no culturalmente. Los boricuas aprenden inglés en la escuela, pero siguen empleando el español para todo. Es la lengua administrativa, comercial y cultural de la isla. A diferencia de Florida, donde el español es ampliamente utilizado pero el inglés sigue siendo la lengua franca, en Puerto Rico la lengua imprescindible para entenderse es el español, y los puertorriqueños no parecen por la labor de cambiarlo.

Tal vez sea una oportunidad para que Estados Unidos asuma su bilingüismo y lo integre. Actualmente hay 50 millones de hispanohablantes en el país, el 15% de la población. En algunos condados de California, Texas, Nuevo México y Arizona supera con creces el 50%. No es, en definitiva, una lengua extranjera. Ese quizá está siendo el drama de Puerto Rico y la causa de que en el continente todos le ignoren.

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1 Comment

  1. Cuando los EEUU obtuvieron Puerto Rico, se encontraron con algo que no buscaban y que no les interesaba, y cuando Puerto Rico cambió de metrópoli, apenas se quiso dar por enterado. Han pasado las décadas y aquella componenda no se ha convertido en una entente sino en un tema que es mejor no tocar por su enorme capacidad para complicarse estérilmente, pues a Puerto Rico le vienen mal dadas independientemente de su modelo político y a los EEUU o les cuesta dinero o les cuesta replantearse la Unión. Lo único seguro es que habrá otro huracán, que causará destrozos y que habrá que pedir ayudas, y no hay modelo político capaz de paliar esta realidad porque los Boricuas capaces de levantar su país con ingenio y tesón, salen dirección a los EEUU, con buen criterio.
    Un cordial saludo

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