
A Carles Puigdemont no le quedaban muchas salidas después de todo lo que ha hecho en los dos últimos meses. O echaba para atrás y se sacudía el 155 de encima tal y como le habían prometido desde Moncloa. O hacía una machada al estilo Companys en el 34 y proclamaba la independencia desde el balcón de la Generalidad. O embarraba primero el terreno y luego embarcaba a todos los diputados independentistas para que se colgasen con él de la misma soga. Escogió la tercera, la previsible habida cuenta de la atroz cobardía del personaje, el mismo que lleva mes y pico dando hilo a una cometa que ya nadie quiere sostener.
Al parecer el jueves hizo intención en privado de entregar la presidencia a Oriol Junqueras para que fuera éste quien diese el último trago al caldo que entre ambos han preparado con esmero desde el verano del año pasado. Pero Junqueras declinó la oferta. Aspira a seguir viviendo de esto y, sobre todo, no quiere dar con sus huesos en Soto del Real donde, a pesar de que hay un capellán disponible para confesarse a diario, sospecha que le tocaría pasar una temporada muy larga.
El ‘procés’, como el viejo reino de Castilla, hace a los hombres y los gasta. Gastó a Francesc Homs, del que nadie ya se acuerda. Gastó a Artur Mas, que se las está viendo negras para pagar la fianza de 5,25 millones de euros que le impuso el Tribunal de Cuentas por emplear fondos públicos en el referéndum del 9-N. Y ha gastado a varios consejeros, al mayor de los Mossos y a los tristemente célebres Jordis, hoy objeto de mofas para media España y de desprecio para la otra media.
Pero el toro estaba ahí dispuesto a embestir tan pronto como el Senado levantase la barrera. Algo había que hacer e hicieron lo único que les quedaba para salvar la cara dentro de casa y distribuir el daño que les va a venir desde fuera. De este modo el toro se los ha llevado a todos por delante y la responsabilidad queda diluida en el Parlament, más concretamente en los 82 diputados que participaron en la votación. 70 lo hicieron a favor, dos en blanco y diez en contra. El resto abandonó el hemiciclo. Lo que nunca se sabrá es quien votó qué cosa porque fue en secreto, un ardid extra para embarcar a cuantos más mejor en esta quimera ilegal, ilegítima y disparatada se mire desde donde se mire. Lo que suceda a partir de aquí lo dirán los tribunales competentes… si es que tienen que decir algo.
Al Gobierno el modo en el que decidiese suicidarse Puigdemont le daba igual. La máquina ya estaba lista e iba a actuar pasase lo que pasase. El 155 no es una consecuencia del numerito parlamentario de ayer, iba a ponerse en marcha de cualquier manera. En Madrid se han hecho las cosas tarde, cierto es, pero se están haciendo bien, conforme a derecho y observando la letra de la ley con gran escrúpulo. Siento decirlo, pero no se puede afirmar lo mismo de Puigdemont y su Gobierno de saltimbanquis, que han dejado el Estado de Derecho en Cataluña hecho un guiñapo irreconocible.
¿Y ahora qué?
Con la profecía cumplida y Cataluña encomendada a la incertidumbre todos se preguntan qué va a pasar ahora. El Gobierno ya ha anunciado las medidas que se tomarán a partir de ahora, algunas con carácter inmediato como el cese de Puigdemont y su gabinete al completo o la convocatoria de elecciones para el próximo 21 de diciembre, que cae en jueves ya que el domingo es Nochebuena. No se puede hablar de suspensión de la autonomía, en todo caso de intervención. Durante los próximos 55 días Mariano Rajoy será el presidente de la Generalidad, ante él responderán los altos cargos de la administración catalana. Ninguno de ellos ha sido cesado con la excepción de los «embajadores» catalanes en el extranjero, el secretario general de Interior (César Puig), el director de los Mossos (Pere Soler) y el equipo de asesores de Puigdemont y Junqueras. En total unas 140 personas. No debería haber más ceses si los responsables de cada departamento cumplen con lo que se les ordena. El Parlamento de Cataluña sigue abierto ya que las responsabilidades penales derivadas de plenos como el de ayer o el de los días 6 y 7 de septiembre son asunto de los tribunales. Carme Forcadell se las tendrá que ver con un juez, no con el Gobierno.
Lo de las elecciones tiene más miga. 55 días es muy poco tiempo, pero es razonable que se celebren cuanto antes porque entre los cometidos del Gobierno central no figura gobernar en Cataluña. Es una situación de emergencia y como tal tiene que ser breve, cuanto más mejor. De estas elecciones poco más se puede decir a día de hoy. No sabemos si concurrirán los independentistas. Si no lo hacen será porque no quieren, no porque se lo impida la ley. La CUP ya ha avisado que no participará y que, en su lugar, organizará una «paella insumisa». Claro, que pueden cambiar de opinión y quizá lo hagan pero aún es pronto para saberlo.
Otra de las incógnitas que se abren es si el frente constitucional (PP, PSOE y Ciudadanos) se presentará unido. Personalmente lo dudo, aunque dependerá de lo que hagan en el otro lado. Con los números actuales en la mano el bloque soberanista perdería la mayoría absoluta si quitamos a los 10 diputados de la CUP. Aunque eso no nos dice nada porque el terremoto ha sido de tal envergadura que el mapa político catalán se va a redibujar después de los comicios. Pueden pasar muchas cosas a lo largo del próximo mes y medio. Desde que el nacionalismo en pleno se retire al Aventino, hasta que Junts pel Si salte por los aires y aparezca un nuevo partido continuador de la tradición pactista de la difunta CiU.
No lo sabemos, y meterse a adivino tampoco tiene mucho sentido. De lo que si podemos estar seguros es que ni Cataluña ni el resto del país volverán a ser los mismos. Se apaga la España de la Transición y amanece otra nueva con desafíos por delante que nos pueden parecer titánicos, pero que no son mayores a los que enfrentaron nuestros padres y abuelos. No creo que sea el mejor momento para dejarse llevar por el pesimismo.
Más en La ContraCrónica
[amazon_link asins=’B06XDFL7FH,8490551936,B00IXQ1RTG,8494476920′ template=’CarruselSinEncabezado’ store=’f0279-21′ marketplace=’ES’ link_id=’e7179fb5-bb8c-11e7-b075-5548584f6f6c’]
Me alegro que estés feliz y aplaudas con las orejas al Régimen. Por mi parte no soy tan optimista.
– Se va a disolver TV3? No
– Se va a cambiar la enseñanza? No. Ya lo han dejado claro en el PP que «son casos aislados» (sic)
– Se van a disolver los mossos de escuadra? No
– Más importante: los «pesebres» que han dado lugar al independentismo, se van a disolver? no
Para qué entonces convocar elecciones?
La esperanza de Rajoy es quitar a la actual cúpula del PdCat y volver al modelo Pujolista donde robaban todos al alimón con el Borbón. Ahí es donde quiere volver
El bloque PdCAT, Comúns, Ezquerra y CUP van a sacar más del 60% de los votos y escaños. Aplastante. Y el PP se hunde
Entonces Rajoy dirá que sus resultados son los que son, que no puede hacer más, que ya ha hecho todo y ahora es el momento de pactar
Pactar la traición que J.C. Bermejo y Roberto Centeno han denunciado, pactada con el PSOE: Cataluña es una Nación definida como tal en la Constitución, hay un Concierto Catalán, se aseguran las pensiones catalanas con preferencia sobre las del resto de España y se da cabida a Cataluña en las Instituciones como ONU, UE, OCDE, etc etc como si fuera un Estado
Espero que les salga mal. No por los ovejunos españoles, que aparte de agitar trapos no van a hacer mayoritariamente nada, sino por parte de los 2 M de catalanes que se han creído que van a ser independientes y que espero no transijan y hagan de espoleta para que esa traición histórica del Régimen sea volada
Saludos.
A Mariano le han calzado dos referendums ilegales y le han proclamado una república tras mil avisos pero no cree Mariano que dichos actos ameriten la suspensión de la autonomía. Como una de las dos legalidades ha de prevalecer, no ha tenido más remedio legal, y contra sus deseos, que activar el 155, pero como el conflicto creado es complicadísimo, ha optado por mantener la autonomía, dejar un gobierno en funciones y volver a la legalidad y normalidad institucional a toda prisa y sin resolver ni uno solo de los problemas de fondo: fractura social, secesionistas en las instituciones, autonomismo disgregador…
El próximo gobierno legítimo catalán tendrá los mismos problemas de fondo y la absoluta certeza de que desde el gobierno de España solo se está para lo de siempre, fomentarlos.
Un cordial saludo.