
Por decisión personal de Donald Trump el Gobierno de Estados Unidos reconoció el pasado jueves oficialmente la soberanía de Marruecos sobre el Sáhara Occidental a cambio de que los marroquíes establezcan relaciones diplomáticas con Israel. Con Marruecos ya son cuatro los países árabes que reconocen a Israel. Los otros tres son los Emiratos Árabes Unidos, Sudán y Bahréin. El inesperado movimiento de la Casa Blanca llega solo unas semanas después de que el Frente Polisario reanudarse las hostilidades tras casi treinta años de tregua.
El Sahara es una china en el zapato de Marruecos desde que lo ocupase en 1976 tras la retirada voluntaria de los españoles. El territorio formalmente sigue dependiendo de España en espera de que se descolonice, pero los hechos consumados se han terminado imponiendo. Trump, por descontado, no ha negociado ni informado al Gobierno español el reconocimiento de la soberanía marroquí sobre este territorio de 266.000 kilómetros cuadrados que, desde hace años, es de facto territorio marroquí, aunque en su interior aún se mantienen focos de resistencia saharaui que conforman una República independiente reconocida por más de 80 países. La decisión de la administración estadounidense es, por lo tanto, un regalo envenenado para la ONU, para España y para su sucesor Joe Biden.
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