Vikingos en España (y Portugal)

Cuando recordamos a los vikingos y a sus correrías por el norte de Europa (y de América) rara vez pensamos que llegaron hasta la actual España, recalaron en sus costas, remontaron algunos ríos y saquearon todo lo que lo que encontraron a mano. Todo eso lo hicieron… y con gran dedicación, por cierto. Entre los siglos IX y X la península ibérica padeció tres incursiones normandas: en el año 844, en el año 858 y en el año 966.

La primera, la del año 844, fue breve, duró apenas unos meses. Desembarcaron en agosto de este año en Asturias, que en aquel entonces era cabeza de un pequeño reino cristiano. Tras aprovisionarse de comida y agua en la costa asturiana se dirigieron a Galicia, saquearon algunas aldeas, pero no consiguieron pasar al interior porque los habitantes repelieron la invasión. Los gallegos, como vemos, hace mil años ya eran tan bravos como lo son hoy en día.

Continuaron entonces hacia el sur deslizándose por la costa atlántica. Cuando llegaron hasta la desembocadura del Tajo decidieron desembarcar de nuevo y poner sitio a Lisboa, que en aquel entonces era una pequeña ciudad dependiente del Emirato de Córdoba. Portugal aún no existía, tardaría, de hecho, unos cuantos siglos en aparecer (no nacería como reino independiente hasta el año 1143 cuando se separó del reino de León). No consiguieron saquear Lisboa porque las murallas de la ciudad resistieron. Unas semanas más tarde llegaron refuerzos desde Córdoba y los normandos decidieron marcharse.

Asaltaron Medina Sidonia, la saquearon y, como vieron que aquellos andalusíes eran realmente ricos, se dirigieron hacia Sevilla

Pero no volvieron hacia el norte, sabían que lo verdaderamente rico se encontraba hacia el sur, cerca del estrecho que les franquearía la entrada al mar Mediterráneo. En el mes de septiembre de ese año (844) llegaron a Cádiz, pero no consiguieron entrar en la ciudad, que en aquella época aún era una isla muy difícil de asaltar. Esta vez no se resignaron y se internaron en lo que hoy es la provincia de Cádiz, asaltaron la ciudad de Medina Sidonia, la saquearon y, como vieron que aquellos andalusíes eran realmente ricos, se dirigieron hacia Sevilla.

De camino pararon en Coria del Río, que es, remontando el Guadalquivir, el último pueblo antes de Sevilla y allí pasaron a cuchillo a todos sus habitantes. No querían que ninguno se escapase y avisase a los sevillanos. Vamos, que querían atacar Sevilla por sorpresa. Eso es lo que sucedió el 3 de octubre del año 844. Entraron en la ciudad la saquearon durante varios días y se dirigieron remontando aun más el Guadalquivir hacia Córdoba, la capital del emirato. El emir, que en aquel entonces era Abderramán II, se lo empezó a tomar en serio y reclutó de urgencia un ejército para enfrentarse a los vikingos. Les dio caza en el Aljarafe, cerca de Sevilla y allí consiguió derrotarles. No sabemos muy bien que fue de los supervivientes, pero si que algunos decidieron establecerse en Al Ándalus como agricultores y ganaderos. Empezaron, entre otras cosas, a hacer queso, un queso de cabra que aún hoy se sigue haciendo en esa zona de Andalucía.

La primera incursión, como vemos, fue breve pero intensa. El emir, alarmando por la rapidez con la que se movían estos invasores reforzó las defensas de las principales ciudades y creo un sistema de correos a caballo para alertar de incursiones en la costa. No quería que les volviesen a sorprender de aquella manera. Pero volvieron, y no mucho después.

Anuncios

La segunda expedición vikinga a la península ibérica se produjo entre los años 858 y 862, es decir, catorce años después de la primera. Esta vez fueron directos a Galicia con intención de saquear Santiago de Compostela. Subieron por la ría de Arosa y el río Ulla y fueron directos contra Santiago. No sabemos muy bien cuántos eran, pero, según las crónicas, nada menos que 100 navíos, 100 drakkar vikingos que tenían una capacidad de unos 25 hombres cada uno, así que la expedición estaría compuesta por entre dos y tres mil hombres. No es mucho, la verdad, pero recordad que en aquel entonces el mundo estaba prácticamente vacío. En el siglo IX la península ibérica tendría unos tres millones de habitantes. Hoy tiene casi 60 millones y aún así está bastante vacía en comparación con otras partes de Europa, así que imaginad lo que sería hace 1.200 años.

Pero, volviendo con el asalto a Santiago de Compostela, no lo consiguieron porque el rey de Asturias, que se llamaba Ordoño I, envió un ejército y les obligó a huir. Pusieron rumbo sur, en dirección a Al Andalus, aunque esta vez evitaron Cádiz y fueron directos al estrecho de Gibraltar. Una vez allí tomaron Algeciras y la saquearon. Debió ser un festín porque levaron anclas y fueron saqueando localidades menores por todo el litoral mediterráneo hasta las islas Baleares. Tras el saqueo de Mallorca regresaron a la península y descubrieron que podían remontar el río Ebro con sus barcos.

Entraron en Pamplona, secuestraron al rey y pidieron rescate. Los pamploneses tuvieron que pagar para que les devolviesen al monarca con vida (García Íñiguez se llamaba) y se marchasen los invasores

El valle del Ebro era tan rico que lo remontaron entero sembrando el terror a su paso. Llegaron hasta Pamplona, capital de un pequeño reino cristiano que, siglos más tarde se convertiría en el reino de Navarra. Allí no había mucho que saquear (el de Pamplona era un reino minúsculo y no especialmente rico), así que entraron en la ciudad, secuestraron al rey y pidieron rescate. Los pamploneses tuvieron que pagar para que les devolviesen al monarca con vida (García Íñiguez se llamaba) y se marchasen los invasores. Los vikingos comprobaron que estaban en racha de buena suerte y decidieron regresar al sur, pero frente al estrecho de Gibraltar les estaba esperando una flota andalusí que les hundió 40 barcos. Con todo, algunos pudieron regresar al norte de Europa.

Esta segunda incursión sería la última durante un siglo, hasta el año 966, ya en pleno siglo X, cuando una nueva expedición fue avistada frente a las costas de Portugal. No pudieron desembarcar porque el califa de Córdoba envió otra flota para alejarles, cosa que consiguió sin problemas. En aquel momento el califato de Córdoba se encontraba en la cima de su poderío y era mucho más complicado hacer incursiones como las del siglo anterior. Eso no frenó a los vikingos, que lo siguieron intentando en esa misma época, aunque centrándose en el reino de Asturias convertido ya en reino de León.

Su obsesión era llegar hasta Santiago de Compostela, pero no como peregrinos, sino como piratas para saquear la ciudad. Santiago se había convertido en un centro de peregrinaje para los cristianos, por lo que intuían que la ciudad estaría llena de riquezas. En el año 968 el vikingo Gunderedo volvió a remontar la ría de Arosa y el río Ulla para atacar Santiago, pero no consiguió tomar la ciudad, así que se contentaron con saquear los alrededores hasta que el rey de León contraatacó y consiguió devolverlos al mar.

A principios del siglo XI el vikingo Olaf Haraldsson remontó el río Miño, saqueó Tuy y cuentan que llegó hasta Orense, pero al terminar con la expedición en España regresó a Noruega y se convirtió al cristianismo

Esta del año 968 fue la última incursión de envergadura de los vikingos. Años más tarde se cristianizaron y, con ello, se civilizaron. A principios del siglo XI el vikingo Olaf Haraldsson remontó el río Miño, saqueó Tuy y cuentan que llegó hasta Orense, pero al terminar con la expedición en España regresó a Noruega, se convirtió al cristianismo y a su muerte el Papa lo canonizó como Olaf el Santo.

A pesar de las sucesivas incursiones que estos salvajes realizaron por las costas ibéricas durante un par de siglos, lo cierto es que, afortunadamente, nada ha quedado de ellos salvo contadas menciones en las crónicas y algunos restos arqueológicos en campamentos temporales que ocuparon. Digo afortunadamente porque los vikingos, a pesar del halo romántico que les rodea y de la formidable campaña de publicidad que les hacen sus sucesores noruegos o daneses y el Canal de Historia, eran unos bárbaros extremadamente belicosos y sanguinarios, esencialmente analfabetos, incultos hasta la extenuación y ayunos de toda misericordia.

Eran buenos navegantes sí, poco más se puede decir de ellos. Pero también eran buenos navegantes los pueblos mediterráneos de aquella época. De hecho, construían barcos más grandes y practicaban el noble arte del comercio con gran aprovechamiento para ambas partes. No hay color. Por suerte en España y Portugal venimos de la antigua Roma y por aquí pasaron pueblos refinados como los fenicios o los griegos. Los vikingos pasaron por aquí, saquearon y se fueron. Eso es todo lo que se puede decir de ellos y, la verdad, no es mucho… ni bueno.

Be the first to comment

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.