
Varios países empezaron ayer a suavizar el confinamiento y las restricciones a la circulación de personas. en algunos reabrieron los comercios, en otros como España simplemente se permitió que, con algunas restricciones, la gente acudiese de nuevo a sus puestos de trabajo. En esto cada país tiene su propia hoja de ruta, lo cual es perfectamente lógico porque el impacto no es igual en Italia que en Dinamarca o la República Checa. Mientras en la primera hay 20.000 muertos, en las otras dos no llegan a los 500. Los riesgos de volver poco a poco a la normalidad son evidentes y no deben ser desestimados aunque, por otro lado, los aspectos económicos también pesan, más aún cuando la economía lleva paralizada un mes y se acumulan los despidos y los cierres de empresas.
Estamos, por lo tanto, ante un dilema entre la economía y la salud, un debate que no ha hecho más que empezar y que promete durar hasta que se encuentre la vacuna y podamos al fin respirar tranquilos. Lo cierto es que se puede ir normalizando paulatinamente la situación, pero para ello los Gobiernos han tenido previamente que hacer algunos deberes como testar a la población o imponer medidas de seguridad básicas como el uso de guantes y mascarillas, pero, claro, antes de eso deberían estar disponibles, cosa que no sucede en todas partes.
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