
La frustración provocada por las restricciones impuestas durante los últimos meses y la lentitud en el proceso de vacunación contra la covid-19 ha empezado a consumir el apoyo popular del que hasta ahora gozaba la canciller alemana Angela Merkel. Su partido sufrió un serio varapalo este domingo en las elecciones regionales de Baden-Württemberg y Renania-Palatinado, dos Estados federados del suroeste del país, muy poblados ambos (juntos representan alrededor de una quinta parte de la población de Alemania) y con gran peso económico en el conjunto del país. En Baden-Württemberg, que es, junto a Baviera, el Estado más rico del país y durante décadas fue un bastión conservador, la CDU de Merkel se quedó en el 24% de los votos, frente al 30% de Los Verdes. En el vecino Estado de Renania-Palatinado el partido perdió frente al SPD y cayó cuatro puntos respecto a las últimas elecciones.
Estas elecciones en Baden-Württemberg y Renania-Palatinado son especialmente importantes ya que son las primeras de una serie de elecciones que se realizarán a escala regional antes de las elecciones federales, previstas para el próximo 26 de septiembre y que marcarán el final de la era Merkel tras 16 años. Todos miran a su sucesor, Armin Laschet, y dentro del partido le culpan del fracaso. Merkel y su ministro de Sanidad, Jens Spahn, están empezando a ser cuestionados. La aprobación de la canciller ha pasado del 80% hace unos meses al 60% actual, la de Spahn se encuentra en mínimos, sólo un 32% de los alemanes están de acuerdo en cómo está gestionando las dos últimas olas de la pandemia. Las elecciones de septiembre quedan de este modo mucho más abiertas de lo que en un principio parecía.
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