
Huerta de Soto tiene una teoría según la cual todo periodo expansivo viene acompañado de la construcción de rascacielos en las principales ciudades. No va desencaminado. En los felices años 20, por ejemplo, es cuando se levantaron algunos de los hitos arquitectónicos más reconocibles de la ciudad de Nueva York como el Empire State Building o el edificio Chrysler. De hecho Huerta suele afinar su teoría asegurando que las torres más altas, las más icónicas y espectaculares, se construyen siempre al final de la etapa expansiva. El Empire State, por ejemplo, concebido durante la época de bonanza se inauguró ya en plena Gran Depresión. Eso mismo puede verificarse en Chicago o en cualquier otra ciudad norteamericana.
Si nos traemos esa teoría a España comprobamos que también se ajusta a la verdad. Y no solo en las últimas décadas. El edificio más alto de Madrid durante la Guerra Civil era la Telefónica, construido en los años 20 y que en su momento fue uno de los más altos de Europa. El mando republicano lo empleó como puesto militar de observación ya que desde arriba se veía la Casa de Campo y el valle del Manzanares, que es donde se situó el frente a finales del 36 y hasta el final de la contienda.
Después de la guerra la economía anduvo entre mal y peor durante muchos años. A finales de los 50 empezó a recobrar el pulso, en los 60 y hasta la crisis del petróleo creció con fuerza inusitada, se deprimió entonces hasta mediada la década de los 80, cuando repuntó hasta el año de las Olimpiadas, cayó con la crisis del 93 y se recuperó de nuevo en el 96. Así hasta el año 2008, cuando se precipitó hacia los abismos que tan bien conocemos todos porque los hemos transitado.
Todas las épocas de bonanza económica en España han venido acompañadas de euforia en el sector de la construcción. Todas, sin excepción. Durante el desarrollismo de los 60 se construyó mucho porque la población crecía y, en cierto modo, el país se estaba construyendo. En los 80 sucedió algo similar aunque mucho más atenuado. En la década pasada el ladrillo fue directamente, y por razones muy variadas que explico aquí, el que protagonizó los años de vino y rosas.
Pues bien, aquí os dejo una gráfica de como ha ido comportándose el PIB año a año desde 1960. Debajo están los principales rascacielos que se fueron levantando en la capital. Si, es cierto, hay relación. Huerta, una vez más, tiene razón.
Sin pretender restar méritos al Prof. Huerta de Soto, al parecer fue un economista estadounidense, Edward R. Dewey, (https://ewminteractive.com/the-skyscraper-curse) quien propuso por vez primera dicha correlación. También llegó a proponer un modelo predictivo del ciclo económico rayano en la numerología. De hecho, compatriotas y colegas de profesión como Milton Friedman y Murray Rothbard llegaron a tildar sus predicciones como «esotéricas» o «místicas» (https://en.wikipedia.org/wiki/Edward_R._Dewey)
Por otra parte, un estudio estadístico publicado hace unos años vendría a refutar la relación entre el auge de los rascacielos y la fase de auge del ciclo económico:
Skyscraper height and the business cycle: separating myth from reality (http://www.tandfonline.com/doi/abs/10.1080/00036846.2014.967380)
No obstante, no deja de parecerme una intuición verosímil. Sobre todo a la vista de infografías como la suya y, más claramente, como la del siguiente enlace, que ilustra como las «exuberancias irracionales» bursátiles alcanzan su culmen coincidiendo con la inauguración de algún flamante rascacielos.
http://www.visualcapitalist.com/skyscrapers-signal-top-of-markets/
Cordiales saludos y felicitaciones por su trabajada web.