
Este martes el magistrado Manuel Marchena anunció que renunciaba a presidir el Tribunal Supremo y con él el Consejo General del Poder Judicial. La decisión fue celebrada con alborozo por todo el mundo menos por los dos principales partidos, que días antes se habían puesto de acuerdo para rehacer a su gusto la composición del CGPJ. Esto, que hace años se daba por hecho, hoy ya no sienta tan bien, por lo que las protestas escalaron de nivel hasta tal punto que Marchena, en un arranque de dignidad, se echó a un lado.
Todo vino por un mensaje de Whatsapp filtrado a la prensa en en el que Ignacio Cosidó, senador por el PP, se jactaba de los trapicheos que tanto el PP como el PSOE se traen con el poder judicial. El escándalo subsiguiente fue mayúsculo. Bienvenido sea si esto acaba de una vez por todas con el reparto por partidos de CGPJ. Yo personalmente lo dudo, pero bueno, vamos a verlo.
Los jueces solo debieran someterse a la ley, pero en España con la falaz excusa de que deben someterse al pueblo, en realidad están sometidos a los partidos políticos. A Marchena no se le conocen actos de heroísmo en el pasado y ahora ha huido de un puesto en el que su posición era insostenible. La Judicatura ya tiene cientos de Marchenas, ni uno más, por favor. Para promocionarse los jueces han de politizarse, y tras politizarse, juzgar a los aforados. Eso sí, con gran pompa, solemnidad y boato, que la justicia es algo muy serio. Ya sabemos que la política impide al Estado proporcionar un cierto marco para la prosperidad, seguridad, unidad y justicia, ya sabemos que la política espolea al Estado al saqueo social y ya sabemos que las papeletas están para adjudicar cargos y calmar masas. Lo que no sabemos es dónde esconder el sentido común y la honradez para que no molesten con preguntas incómodas.
Un cordial saludo.