
«Muchos vamos a perder en las próximas semanas y meses a nuestros seres queridos». Con estas palabras Boris Johnson se dirigió a los británicos el sábado pasado para informarles que su Gobierno no actuará de una manera drástica contra la expansión del COVID-19? en el país. Johnson se declara de este modo impotente para detener al virus y lo apuesta todo a la llamada inmunidad de grupo, es decir, que se contagien todos los que tengan que contagiarse, se atenderá a los más graves y a los que la infección se les complique con otras patologías. Todos los demás habrán de pasar la enfermedad e inmunizarse por el camino.
Es una apuesta muy arriesgada que podría saldarse con un fracaso pavoroso, las unidades de cuidados intensivos saturadas y un gran número de fallecidos. Pero, a cambio, la economía británica no se verá tan perjudicada como las del continente, cuyos Gobiernos están tomando durísimas medidas de confinamiento de la población. La pregunta es cuántos muertos podrá soportar el 10 de Downing street. Por de pronto van 36 y 1.543 casos confirmados. Están aún lejos de los 28.000 casos de Italia o los 10.000 de España, pero todo indica que ha entrado ya en la curva ascendente. Habrá que ver si Johnson es capaz de mantenerse en sus trece.
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