Macri en horas bajas

Las últimas encuestas de popularidad son demoledoras para el presidente Mauricio Macri. Tres años después de su toma de posesión cunde el desánimo en el país y, especialmente, entre quienes le votaron allá por 2015. El año pasado fue el peor con diferencia para el mandatario argentino. La crisis económica se agudizó y Macri se fue quedando poco a poco sin recursos, tanto políticos como dialécticos.

A la vista de los datos su programa gradualista ha fracasado. Ninguno de los grandes desafíos que se propuso al llegar a la Casa Rosada los ha resuelto satisfactoriamente, por lo que muchos argentinos vuelven su mirada hacia candidatos populistas. El eterno retorno del peronismo del que Argentina no se termina de librar por más que pasen los años.

Macri ganó las elecciones de 2015 en segunda vuelta con un resultado muy ajustado (el 51,3% de los votos) sobre su rival, Daniel Scioli, un peronista que fue vicepresidente de Néstor Kirchner en su primer mandato. Scioli era, por lo demás, un tipo muy popular en Argentina porque de joven se dedicó con gran éxito a la motonáutica, disciplina deportiva en la que se convirtió en campeón del mundo.

La victoria de Macri sobre alguien tan carismático como Scioli se vio como una oportunidad para poner fin al ciclo populista del matrimonio Kirchner y, sobre todo, para arreglar la economía nacional, que yacía en un estado comatoso tras trece años de políticas peronistas. Si bien es cierto que el kirchnerismo propiamente dicho acabó tan pronto como Cristina Fernández abandonó la presidencia, la economía no ha levantado cabeza.

Esto no es una opinión, es un hecho a tenor del lúgubre panorama que pintan los números macro. La macroeconomía es a veces engañosa, pero nos permite hacernos una idea aproximada de como marcha económicamente un país. Datos como el desempleo, la inflación, el déficit público, la deuda sobre PIB, etc. son extremadamente útiles para hacer un retrato robot de una economía dada.

Macri recibió una herencia envenenada. El modelo Kirchner no traía nada novedoso, era una variante moderna del peronismo de siempre, se fundamentaba en mucho gasto público dirigido a clientelizar a amplias capas de la población y en un acusado nacionalismo económico, más propio de los años setenta del siglo pasado que de nuestros globalizados días.

Ese modelo mostró síntomas de agotamiento a comienzos de esta década y para 2015 ya no daba más de sí. Argentina atravesaba una dolorosa estanflación, esa vieja maldición en la que se combinan altas tasas de inflación con estancamiento del PIB, el peor de los escenarios posibles, una droga amarga que EEUU y Europa probaron tras la crisis del petróleo.

El presidente electo estaba llamado a solucionar aquello, pero ha fracasado. De su trienio sólo un ejercicio, el de 2017, se saldó con crecimiento económico, pero ni siquiera era crecimiento real, el PIB aumentó sí, pero gracias al incremento de la deuda pública, que ha pasado del 56% al 70%. Tampoco ha sabido poner coto a la inflación. Se la encontró en el entorno del 40% anual y no ha conseguido bajarla del 25% en ningún momento. De hecho, tras el recorte de 2017, se ha vuelto a disparar con fuerza y este año cerrará en niveles kirchneristas por encima del 40%.

Con el Estado preso de las deudas y en manos del FMI todo lo que cabía esperar era una severa contracción de la economía, que es exactamente lo que ha sucedido este año y que promete prolongarse en el año próximo. El margen de maniobra que tiene Macri es, además, muy reducido. Todo se ha torcido en el país. Caen a plomo la construcción, la producción industrial, el comercio, la venta de automóviles, la Bolsa de Buenos Aires y la recaudación fiscal. El propio FMI, que había estimado hace poco más de un año una recuperación económica que cifró en un crecimiento del PIB del 3,2%, se ha desdicho y ahora afirma que la economía decrecerá casi un 2% en pleno año electoral.

No es extraño, por lo tanto, que el panorama que dibujan las encuestas sea tan aterrador para el presidente. Según se extrae de algunos sondeos Macri ganaría en primera vuelta, pero caería derrotado en segunda frente al candidato peronista Sergio Massa que previsiblemente movilizará los votos del kirchnerismo.

Un pronóstico comprensible si se tienen en cuenta otros resultados de un sondeo realizado en diciembre. Un 57% de los encuestados cree que su situación personal era mejor con Cristina, un 54% considera que el país iba mejor con los Kirchner y un 67% está convencido de que la inflación estaba mejor controlada con la anterior presidenta. Y el dato definitivo: seis de cada diez argentinos reprueban la gestión económica de Macri, lo que nos permite hacernos una idea de lo desgastada que está la imagen del presidente en sólo tres años de Gobierno.

Es plausible que este rechazo se intensifique en los próximos meses porque Macri no sabe muy bien como salir de este bucle diabólico de crisis y descrédito. Tampoco le queda tiempo. En diez meses no puede enderezar el rumbo, por lo que todo lo más que le queda es confiar en la buena fortuna, esperar a que el viento cambie por puro azar: una extraordinaria cosecha, un tirón de las exportaciones o que el peronismo y su pulsión autodestructiva le echen una mano en el último momento.

Lo que ha perdido es la iniciativa. Ha dejado las finanzas públicas al albur del FMI y su suerte política atada a la volubilidad de las circunstancias. No será porque no se lo advirtieron. La Argentina de 2015 era un enfermo al que le hacía falta un transplante urgente de corazón, no un simple marcapasos. ¿Por qué no lo hizo? Seguramente porque Macri no era el candidato regenerador que muchos de sus votantes esperaban. Durante su mandato como jefe de Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires subió los impuestos, recreció la regulación e incrementó el tamaño de la administración local. Nada diferente ha hecho al frente del Gobierno nacional.

Su propia biografía tampoco invitaba al optimismo. En los tiempos en los que presidía Boca Juniors era un empresario muy cercano al justicialismo, especialmente al ex presidente Menem, quien le ofreció presentarse como candidato peronista. Pero eso ya se había olvidado en 2015. Era lo que había y lo que había ha terminado siendo malo.

1 Comment

  1. Excelente resumen. Estas muy informado . Realmente Macri ha sido una desilusión para una gran parte del electorado de clase media que lo votó. Creímos (una parte al menos), que aun sin ser un liberal, su condición de empresario (si bien es cierto que muy ligado a negocios con el estado, en las empresas fundadas por su padre), lograría un cambio en el derrotero de decadencia en que se encuentra Argentina desde hace decadas. Nada de eso ocurrió. Solo declaraciones con soberbia, que ahora se le han vuelto en contra. Hay una tibia esperanza en la construcción de una alternativa liberal, con la postulación a Presidente (elecciones de octubre/19) de Jose Luis Espert, un economista de 57 años que nunca intervino en política, pero con un discurso muy coherente desde hace 25 años. Inclusive se ha animado a expresar que el esta a favor de despenalizar el aborto, en contrario de una gran parte de los que se consideran liberales en lo económico, pero conservadores en lo social. Veremos que tanto logra. Saludos

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.