Reenfoque estratégico

La semana próxima será una semana coreana. El domingo llegará a las inmediaciones de la península de Corea la flotilla capitaneada por el portaaviones Carl Vinson. Ese mismo día el vicepresidente Mike Pence aterrizará en Seúl para una visita oficial de diez días. Si echamos el reloj para atrás, hasta ayer mismo concretamente, nos encontramos al presidente de China, Xi Jiangping en Estados Unidos, en Mar-a-Lago, la residencia de fin de semana del presidente en Florida. Luego no es muy difícil concluir que algo se está cocinando tras las bambalinas, pero con la particularidad de que las bambalinas están a la vista de quien quiera verlas.

La flotilla del Carl Vinson no estaba precisamente cerca. Se encontraba camino de Australia hasta que la Casa Blanca decidió ayer enviar nuevas órdenes a su capitán para que se dirigiese hacia el norte varios miles de kilómetros. De camino tendrá que pasar por el mar de la China, lo que podría interpretarse como una provocación pero yo no lo veo así. Es más, creo que Jiangping tiene plena constancia de ello y hasta está de acuerdo con la operación. A fin de cuentas hay pocos vecinos más incómodos que Corea del Norte, irritante siempre pero que lleva unos meses incordiando prácticamente a diario.

La última ocurrencia de Kim Jong-Un ha sido lanzar un misil balístico sobre el mar de Japón haciendo sonar todas las alarmas en la zona. No es la primera vez que él, o su padre, o su abuelo hacen esto o algo parecido, pero podría ser que esta vez a los chinos se les esté acabando la paciencia. De cumplir sus amenazas y atacar Japón o Corea del Sur se desataría una crisis de primera categoría que afectaría de lleno a la economía china, que no está para muchos trotes y, menos aún, para que a pocos kilómetros de sus principales puertos se desencadene un conflicto nuclear.

China siempre consideró a Corea del Norte un Estado tapón entre ella misma y los soldados americanos apostados en el paralelo 38. Esa fue la razón por la que, en 1950, Mao Zedong se metió hasta el fondo en la guerra de Corea. Una guerra suicida que Kim Il Sung tenía perdida y de la que salió sano y salvo gracias a China. Las cosas, obviamente, han cambiado mucho desde 1950. Especialmente en China, que aún siendo una república popular, ya no es un enemigo de EEUU. Más bien todo lo contrario, es su principal socio comercial, la famosa Chimerica de la que tanto se habla de un tiempo a esta parte.

Los chinos, además, no han mostrado intenciones expansionistas. No digo que no las tengan, pero no las han mostrado aún. Ahí tenemos a Taiwán vivita y coleando sin demasiado temor a que sus hermanos del continente se le echen encima. Los intereses geoestratégicos de EEUU y China podrían ser coincidentes en este aspecto. A ninguno de los dos les interesa la presencia de esa reliquia estalinista, por lo que solo tienen que encontrar el modo de quitarse al pequeño emperador coreano de en medio sin hacer ruido. Eso, como es lógico, no es tan fácil, pero si Kim Jong-Un sospecha que sus protectores están barajando deshacerse de él bajará el tono de sus declaraciones y, especialmente, de sus acciones.

En el otro extremo del continente asiático, en Siria, también han cambiado mucho las cosas en los últimos 67 años, pero decididamente a peor. El conflicto sirio lleva siete años enquistado y nada invita a pensar que aquella carnicería vaya a acabarse en el corto-medio plazo. Trump se encontró el problema encima de la mesa conforme tomó posesión el pasado 20 de enero y solo podía hacer dos cosas: una, dejar hacer a Assad y a sus aliados rusos o dos, seguir la política de su antecesor. La primera es la que muchos esperaban. Lo daban por hecho ateniéndose a sus declaraciones previas cuando era candidato y a la supuesta armonía que reina desde hace tiempo entre el propio Trump y Vladimir Putin. Luego todo era cuestión de ir achicando los territorios controlados por el ISIS y dejar que Bashar Al Assad recuperase el país. A lo sumo, y eso solo en el mejor de los casos, se contemplaba la posibilidad de que EEUU intercediese por la minoría kurda del norte, hoy refugiada tras los límites de la extraña confederación de Rojava.

Pero no, el ataque del viernes pasado lo cambió todo. EEUU ha vuelto a hacer acto de presencia en la zona. Algo testimonial, pero suficiente como para enseñar los dientes y recobrar el respeto del resto de actores. Lo que no sabemos es con qué intenciones ha regresado. Si tan solo es un aviso, si se trata por el contrario de una vuelta en toda regla y lo del viernes fue un preludio especialmente ruidoso, o si simplemente se trata de una campaña de imagen cuidadosamente planificada en Washington para reparar los rotos de sus primeros 80 días de presidencia.

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1 Comment

  1. Respaldar la visita del vicepresidente a Corea del Sur con un portaaviones y adláteres, para desincentivar las ganas de dar la nota que le suelen dar al régimen norcoreano durante estas cumbres, es una idea razonable. Para saber si de la visita a Seúl va a surgir algo positivo, habrá que esperar. Las bravatas surcoreanas se amparan en su «primo de zumosol» pekinés, por lo que una buena relación entre los Estados Unidos y China es la mejor baza para evitar una escalada de la tensión. Habiendo, como hay, más intereses comunes que discrepancias, Donaldo lo tiene relativamente fácil para perdonarse una guerra. Fácil, no asegurado.
    Un cordial saludo.

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